‘La puerta condenada’ -después de leer a ‘Montevideo’ de Enrique Vila-Matas-

por Juan Martins1

Casi no lo tomó en serio cuando el llanto del niño lo trajo de vuelta a las tres de la mañana. […]

Julio Cortázar (La puerta condenada, 1992: 58)

El sendero por descubrirse. Y lo que puede estar detrás de esta puerta será lo insospechado por lo vedado como inidentificable. Dentro de la imperfección del sentido. Lo que se halla (encubierto) es además el rumor de la duda. Si logro abrir el vértice de alguna de sus puertas sería la sombra de mi forma (mi ser sobre el abismo) por pertenecer a otro mundo que nos engaña para liberarse de su entorno. La puerta es la misma sensación emocional que nos produce: A Petrone le sorprendió descubrir la puerta que se le había escapado en su primera inspección del cuarto. (1992: 55). Se oculta allí la ausencia de lo desconocido cuando se nos hace claro la figura de un paisaje narrativo que se asienta en la tensión de lo furtivo, mediante lo cual se nos ofrece un lado fantástico para interpretarlo. La figura de la realidad cambia nuestro estado emocional y el ánimo de la voluntad del protagonista cambiará de acuerdo con ese encuentro de lo que está dentro de la puerta como reflejo de la pérdida. Petrone lo resuelve con más facilidad al final. Acepta el carácter de esa realidad. Pero esta no es extraña del todo: la mujer que se oculta con su bebé detrás de la puerta en la habitación del hotel Cervantes de la ciudad de Montevideo siente la necesidad de «rescatarnos» tras el hallazgo de lo que está dentro, más allá de su habitación, detrás de lo desconocido, detrás de los temores y de lo incierto como lo sabremos al final. Iremos tras el asombro.

    Desde esta demanda se muestra la sensualidad de aquella «forma» de lo oculto tras el hallazgo de aquel asombro y, por qué no, el respiro del rumor, la tensión y la incertidumbre que vive Petrone por saber qué está a la zaga de la puerta, saber de aquel niño el cual

[…] lloraba tan débilmente que por momentos no se lo escuchaba, aunque Petrone sentía que el llanto estaba ahí, continuo, y que no tardaría en crecer otra vez. Pasaban diez o veinte lentísimos segundos; entonces llegaba un hipo breve, un quejido apenas perceptible que se prolongaba dulcemente hasta quebrarse en el verdadero llanto. […] (p.58).

    El asombro aparece transformado en seducción y curiosidad, otras veces, tras la irritación de Petrone por terminar de saber quién es el niño que llora detrás de la puerta. Saber que al abrir la puerta se descubre también otro vértice de la vida. Nuevas formas de la vida incipiente sobre la búsqueda de otro significado. Ni siquiera la duda resuelve el asunto para Petrone, porque para él la realidad no es sino el llanto del niño quien interrumpe su descanso desde su lado de la puerta. Al otro, el niño que llora en horas de la madrugada y todos lo niegan. Dicha puerta condenada requiere entender lo fantástico como muestra del escenario insólito. No importa qué está allí de ese lado, como sí la disformidad de esa apariencia. Quiere decir que la vida por lo extraño nos desvela. La confusión reitera la tensión narrativa para el lector de no ser por lo fantástico. Lo curioso e indiscreto conformando el relato. En tal caso lo vedado se sostiene cuando de pronto aparece revelado este temor que nos produce el niño llorando al lado de la puerta como tergiversación de la realidad. Mirar «qué hay detrás» del costado alimentando la curiosidad del lector.  El temor asomando su alternativa. Y mirar es librarse del desasosiego tras la búsqueda de transparentar los hechos hasta aclarar lo que le sucede a Petrone: la angustia, esta tensión narrativa. Por ejemplo lo desconocido adquiere prioridad, todo lo demás se arregla en función de «mirar» como si la puerta fuera el portal eterno de lo insólito.
    Querer descubrir qué hay al abrir la puerta será la esperanza para nuestro protagonista y el enganche del lector. El narrador desea mantenernos en la duda. Es el punto álgido del narrador cuando se sostiene la ambigüedad de lo inverosímil. Quiere reconocerse el carácter de esa soledad de estar vacío en la habitación porque nadie del hotel reconoce el niño que llora. También es una resonancia del temor por no saber, en cambio, qué está allí detrás del vértice o de cómo los hechos nos colocan en ese vacío. La nada de otro mundo no menos real, pero sí de otro significado. Otra variante de la vida. Lo desconocido nos modela otra condición de la vida, tanto real como extraña. No digamos más, detrás de la puerta, otra habitación, el vacío y la otra ciudad que nos descubre. Y si por diferencia queremos regresar donde estábamos. Será pues muy tarde cuando habitamos el atasco como ruina de la realidad. La ciudad aún tiene su rostro.

    No haremos más que ocultarnos otra vez: se abrirá otra puerta y detrás de esta otra en donde nace un pasillo hacia nueva puerta y desde ésta otro cruce hacia el mismo recorrido, en cuyo sendero no termina el laberinto. Todo lo contrario, hay otros portales sobre el recorrido. La nada que se parece aquí al vacío. La nada similar a la duda en el recinto del hotel Cervantes. Como veremos Petrone teme a ello por no encontrarse con lo normal. Lo incauto, aquel abismo de la duda. De modo que la habitación no cambia. La puerta condenada, el niño que «llora» y su madre del otro lado de la puerta. Nada se parece más a su propio laberinto cuyos extremos se bifurcan para otro recorrido afín, pero diferente por los hallazgos. Ninguna ruta se parece a la otra. Hay que recorrer el camino con la duda. Petrone insiste de lo que hay en el otro lado. Todos lo niegan. Él insiste a modo de descubrir cómo el niño llora valorando lo infrecuente […] Petrone se preguntó qué iba a hacer […] todo se le antojaba trucado, hueco, falso: el silencio, el llanto, el arrullo, lo único real de esa hora entre noche y día y que lo engañaba con su mentira insoportable. Golpear en la pared le pareció demasiado poco. […] (p. 59). Y la sorpresa es que, en pos de la puerta, pensó Petrone, hay un niño imaginario que llora y acentúa su desasosiego. Tal connotación es implícita para Cortázar. Esto sucede como un hecho regular en la vida del narrador, mostrando la gramática de ese mundo detrás de este diálogo con la otredad. El mediador, insisto, quiere posesionar al lector, lograr de éste su movimiento activo mientras sea un lector comprometido con esa noción de alteridad. Lo que está dentro y fuera se mueve a nuestra voluntad en tanto somos ese tipo de lectores de lo fantástico.

    La puerta condenada será su realidad. Detrás de la puerta otra vida. De manera tal que lo real cambia ante lo extraño. Al revés de la puerta otra naturaleza. Sin embargo la subjetividad del protagonista acepta esas condiciones de esta puerta. ¿Condenada a qué? A nuestra perplejidad por lo otro. El lector decide cuál marco de la puerta selecciona para su alteridad de lo cotidiano. Esa incomodidad es uno de los atractivos del autor. Estar dentro o fuera o en la ilógica de los hechos. Allí estaría la bifurcación de ese sendero: nuestro temor. Desde luego que la maestría de Cortázar vuelve lo insólito normal. Lo extraño como ordinario y lo sorpresivo cotidiano como para introducirnos a la función de lo fantástico. A ver si me hago entender, lo que es aparentemente normal surge de ese mismo giro de lo extraño. Por ejemplo el bebé del otro lado ya es tan natural que se conforma en el lector como un estado natural de las cosas. Es decir, que él encuentre su propia realidad del relato. Verosímil lo inverosímil, lógico, lo absurdo y real lo irreal. El narrador nos ofrece esa opción. A fin de cuentas lo «extraño» se ambienta en las sensaciones de sus lectores.

    Hay un recorrido en una frontera muy débil entre lo de adentro y lo de afuera. Vida y muerte, lo maravilloso y lo cotidiano, la sobriedad y el desasosiego en ese límite. La puerta no está condenada como sí abierta, como dije, es asidero de puertas interconectadas. La duda es la conexión con lo extraño. Como se sabe lo descubrimos al final del relato. Y por lo expuesto esa ruta es también desconocida para su lector. Hay un recorrido sin destino, pero que reside en el cambio emocional de Petrone para seducirnos cuando

[…] Extrañaba el llanto del niño, y cuando mucho más tarde lo oyó, débil, pero inconfundible a través de la puerta condenada, por encima del miedo, por encima de la fuga en plena noche supo que estaba bien y que la mujer no había mentido, no se había mentido al arrullar al niño, al querer que el niño se callara para que ellos pudieran dormirse. (P. 61).

    Lo extraño tergiversa la realidad. Poco importa que sea real. El niño llora y se alude no sólo al imaginario, como también a lo fantástico. El niño, en su noción para el lector, dobla el sentido, la alteridad no es sorpresa, ya que funciona como algo que debe suceder. El territorio de lo fantástico funcionado como un hecho natural. Es cuando cierra aquí el relato.

    Dudar de la realidad como así sucede en la narrativa de Enrique Vila-Matas, es decir, que la novela puede serlo todo y que su forma evoluciona. Escribir novelas como cambiar el mundo, pero sin tocarlo, agitarlo en la sensación, en ese fragmento de la emoción como hasta lo estamos indicando en la formación de la narrativa, tanto en Cortázar como en este último por su puesto desde sus diferencias discursivas. Leer a los autores por lo novedoso o por otras ideas de entender a la narración en este contexto de lo contemporáneo.

    Regresando a La puerta condenada, vida y muerte separados por un límite muy breve, casi transparente a lo que está más cercano o lejano de la vida. El lector no decide, sino que recorre esta voluntad con el relato. La puerta no está condenada como sí abierta a la incógnita, como dije, existe esta puerta donde los secretos residen en la memoria, ahora sí, tanto para el narrador como para el lector lo extraño es permeable ante el encuentro de un relato sorprendente en su estilo. Se siente la tensión narrativa. Hay un recuerdo, un viaje sin destino que no fuera sino aquella duda, lo extraño, el vacío y lo inverosímil porque estaremos detrás de la puerta buscando otros significados. La suerte será otra habitación con otra puerta condenada. Con esto Cortázar consolida la vida en tanto es aquella visión fantástica de lo narrado: no es que la realidad sea diferente, sino que esta diferencia es propia de la realidad. Y la vida se tergiversa y se complementa en la narración. Todo es posible y natural. Lo extraño formará parte de esta naturaleza. No hay sorpresas para descubrirnos en otros significados de la vida. El instante fluye en nuestras sensaciones. Revelar que lo inverosímil es todavía parte de lo real.

    Decía que el viaje es parte de ese registro porque Petrone nos conduce a través de un viaje de lo extraño donde descubrimos, por paradójico que parezca, el giro fantástico del relato. Debo decir de nuevo que todo se conforma dentro de su aparente cotidianidad porque para nuestro autor así es la realidad como para el narrador de Montevideo cuando desvela cómo las ciudades París, Cascais, Montevideo, Reikiavik y Bogotá son parte de puertas para el héroe, puertas que se «abren» con historias en espera del autor por la perspectiva de narrar bajo la novedad. El escritor que no escribe, el héroe en Montevideo, ahora tiene historias reservadas de esas ciudades. Cada ciudad la historia por contarse. A la vez que el narrador nos recorre sobre un sendero también abierto a pesar de que este protagonista haya abandonado la escritura. Este escritor que no tenía historias para hacerlo ahora lo sorprenden esas historias veladas en estas ciudades. Las puertas que se abren en un autor-personaje que se asocian en el atrevimiento de Vila-Matas con esta novela.

    Petrone, por su parte en La puerta…, se extiende en la otra voz narradora de Montevideo y esta regresa a una teoría literaria para el barcelonés Vila-Matas. Cortázar aventurado en el relato, intertextualidad de Cortázar a Vila-Matas y de éste a la narrativa del viaje, del traslado de la literatura latinoamericana a Vila-Matas. Y luego regresemos a Cortázar por supuesto como herencia de aquel. Allá en Montevideo son notas de vida que se articulan al propósito de la novela, por eso, «viaje» a la memoria. En la habitación 205 del Hotel Cervantes de Montevideo que existe y ahora es la motivación de narrar lo inconmensurable lo cual se construye en ese relato de la Nada y del Vacío. Honor a un estilo que también lo es para el barcelonés, puesto que […] la mejor parte de la biografía de un escritor no es la crónica de sus aventuras, sino la historia de su estilo» […]. (Vladimir Nabokov, citado por Vila-Matas, 2022: 56). El estilo de otra aventura, de la novedad de escribir con el propósito de tener un narrador tan poderoso que sea capaz de negar la escritura, negar al lector y colocarlo a este frente a otra ciudad desde la puerta insondable. En la Novela el itinerario de su narración se bifurca con otra ciudad y de esta a otra sobre la búsqueda un mundo tal vez maravilloso para esa escritura de la nada. Ya que lo irreal y lo cotidiano se cruzan con la firmeza de lo fantástico. En este caso de Vila-Matas es la sorpresa, lo ilógico y las bromas de la intuición. Por su puesto los autores son diferentes, pero se reúnen aquí. Sucede en Montevideo como en La puerta… . Novela y relato separados hasta unirse en su intención con el estilo. Como lector me es inevitable compararlos. La vida y lo literario captando su propia tarjeta de presentación, aprender de las historias su animación literaria en cada autor.

    Habrá que decir que lo sorprendente funciona en la estructura del relato como en la vida. No se separa. Lo real e irreal en el mismo lugar y el discurso sostenido se nos hace relato, como divertimento. Más bien lo sorprendente se vierte a la vida. Por último lo fantástico estaría de ambos lados, en la vida como en la narración. Las puertas contiguas tienen algo que contarnos, siempre detrás de lo otro, nada aflora mientras cerremos esas puertas. Este impulso orgánico con la escritura es necesario para entender a Cortázar, su estilo como su herencia. Y nosotros los lectores ambiciosos de tener estas voces de la narrativa para lo cual nos aventuramos detrás de lo cotidiano. La aventura del riesgo siendo parte de nosotros. Véase como al cabo del relato La puerta… todo se cubre de otro semblante porque Petrone […] lo oyó, débil pero inconfundible a través de la puerta condenada, por encima del miedo, por encima de la fuga en plena noche supo que estaba bien y que la mujer no había mentido […] (1992: 61). Éste quiere aceptar ese lugar de lo ajeno. El niño estuvo allí llorando cuando ya la mujer no estaba en la habitación próxima del 205 del Hotel. Sin embargo el niño se oía. Dos realidades, primera, que el niño siempre estuvo allí y la otra que el suceso es parte de su propia imaginación y es fantástica todavía en ese orden de lo real. Esto quiere decir que lo imposible sostiene al lector quien no se extravía en la tensión narrativa, tal como lo aceptará al final del relato. El lector se posesiona del lugar de Petrone, acepta para envolverse de esta otra realidad. Ritmo y estructura hasta conseguir la irreverencia del relato. Seremos entonces parte de lo irreal donde lo último de la historia queda abierto a interpretaciones.

    Por lo mencionado habrá que recordar que lo extraño no es sobrenatural en el giro de lo que llamamos fantástico cuando los límites entre lo real e irreal no están dados. Ya decía que lo ambiguo los ocupa. La alteridad es parte misma de la realidad. Una habitación, un bebé que llora que nadie ve y nadie oye, pero es parte de la realidad. Lo vemos a partir de nuestras sensaciones.

    Detrás de la puerta el inconsciente de nuestros sueños.

    En Montevideo las puertas se abren al escritor que quiere escribir de lo «que no puede escribir». El personaje-escritor deja de ser escritor hasta introducirse en otras realidades: —¿Y no será que usted escribe sobre aquello que le impide escribir? ¿Y no será que si yo toco piezas de jazz es porque éstas hablan de lo que me impide tocar? (Vila-Matas, 2022: 30). Mallarmé aquí responde a Davis Miles en este juego literario que nos ofrece el narrador para provocar la duda, el abandono del escritor por sí mismo cuando está detrás de lo que no puede escribir. Revela cómo aquellas ciudades París, Cascais, Montevideo, Reikiavik y Bogotá son las puertas que se abren a lo contiguo en donde aparece lo que debe escribir «sin escribir». Acaso el sueño de lo desconocido. Es cuando el personaje se arrepiente de abandonar la escritura cuando de pronto encuentra, en el medio de ese viaje, otras posibilidades de hacerlo. Continúa su aventura detrás de cada ciudad para el recorrido. No tan sólo por vivir la experiencia (del héroe) como sí el pensamiento que deviene de la nada a la escritura o del vacío a la plenitud. Entendamos, sugiero, que en esta novela de Montevideo lo singular se da en la aparente esfera de lo normal. Lo normal no funcionará sino en el pensamiento del protagonista. Claro, las cosas cambiarán al ritmo de la experiencia intelectual. Deja de ser intelectual cuando dichos sucesos lo sorprenden en tanto es el escritor de lo que no puede escribir. Y el ejercicio de la escritura se reduce a lo ilógico de su propia idea de escribir. Lo sabrá al descubrir cada ciudad. Aquí la trama no es más importante que el acontecimiento, el tejido narrativo o esa estructura de la sorpresa.

   Y ahora, regresando a La puerta condenada, el personaje queda descubierto por lo extraño. Lo extraño funciona como natural frente a los hechos, mientras que en esta novela la sorpresa del pensamiento está sublevada el héroe, a una segunda intención de lo que descubre, es decir, de cómo la escritura se elabora en el narrador que pretende doblarse en su héroe. Redactar pues lo imposible de sí mismo en primera persona (el yo literario de Vila-Matas, descubierto en la ficción). Una vez más la ilógica fraguada en el estilo de narrar. Y desde estilo a la estructura de su obra.

    Aunque los narradores de Cortázar y Vila-Matas diferentes dentro de cada estilo por temporada y formalidad aún estarían unidos por la autenticidad de lo sorprendente. Lo contiguo a las puertas serán parte de la misma ambigüedad. La puerta condenada en uno y las ciudades en el otro. Desde luego sabremos que detrás de lo contiguo abrimos nuestras duda ante lo inesperado de los protagonistas. Si revisamos bien queremos estar en el interior de esas puertas y de lo nuevo que será incertidumbre porque no sabemos qué surge de allí. Como si la literatura fuera la vida por sus hechos ilógicos. El Juego de lo irreal siendo en su turno parte de lo real. Tal es la fortuna de los relatos, ya que la vida es la representación de lo imaginado, lo curioso y lo surreal. La sorpresa, como sabemos, estará en este narrador de Montevideo y lo surreal en lo lúdico de Cortázar, más allá de cualquier hecho teórico por lo literario. Todavía Cortázar en Vila-Matas.

    Salir de los límites de la novela conocida, desarrollar el modelo que su visión le exige. Este narrador de Vila-Matas incluso es disuelto no tanto en lo experimental como sí en la búsqueda de esos límites cuando la novela puede serlo todo. Dije más arriba que la historia de esa novela (lo narrado) evoluciona detrás de la trama que poco importa ante esa tendencia de lo sorprendente y de cómo coinciden en nuestros dos autores ese gusto por lo literario. Incluso sin importar si se fracasa. Reitero cómo el héroe del escritor barcelonés (véase en el vídeo: Cortázar, 2023) descubre mucho que contar, puesto que le ocurren los hechos tras su asombro de conocerse en estas ciudades como escritor. La ambigüedad en el ejercicio de la escritura. Tal vez una compresión de lo fantástico para su novela sin comprometer su modo (estilo) de escribir. De allí el carácter ensayístico de esta novela. Descubrir la sorpresa por un lado y ese potencial de la novela hasta perdurar en su obra. En ser historia de otra historia. El relato dentro de otro. El narrador metido en su laberinto cercano en esas coincidencias de Vila-Matas, tal como lo muestra con claridad en su capítulo Montevideo. Y del pensamiento literario de su novelística.

    Los dos autores para el lector. La puerta condenada sigue al narrador de Montevideo. El personaje-escritor viaja para el recorrido de la otredad por el hallazgo de otros umbrales.

    El narrador los atraviesa y se descubre a sí mismo quizás para desdoblarse en aquel. El autor unifica el ensayo y la narración hasta consolidar su estilo. La novela del viaje. El tratamiento del doble, del otro que le permita esta osadía de narrar, dejarse inducir por esa influencia de Cortázar con todo el riesgo de la derrota. Vila-Matas lo disfruta como también nosotros. Ricardo Baixeras nos afirma

[…] la búsqueda de una narrativa utópica, la preeminencia de un estilo ganando la partida a la trama y la voluntad inquebrantable de construir un paisaje literario después de la batalla moral que ya se sabe perdida de antemano […] (Ricardo Baixeras, 2022).

    Y es trazada su búsqueda en Montevideo. Donde el mundo hecho de fisuras abiertas a la noción del lector que quiere conciliar con el Vila-Matas que conoce. Novela para los lectores vila-matasianos, si se me permite el término. De alguna manera el autor y el lector se reconocen en esa escritura a propósito de su estilo, su atmósfera, el ritmo y la prosa que nos permite huir con el autor desde aquel recorrido donde los paisajes nos descubren. No quiere el autor repetirse ni defenderse en la novela. La novela insisto puede permitírselo, por lo menos esta novela de la ambigüedad y en la que todo es posible hasta desdoblarse en el narrador. Quiere decir que está presente un yo quien es nosotros, somos los otros que también buscamos, por fortuna sin el éxito que esperamos. En ese momento esta novela se acerca a esa puerta incógnita de La puerta condenada. El lector conoce ese riesgo y es lo que disfruta de este estilo del narrador o de sus narradores de toda su obra como lo demuestra en su ensayo Perder Teorías (Vila-Matas, 2012). El autor doblado en el narrador para asignar su noción de la novela. Vila-Matas ofrece este placer de la metáfora en el hecho de la construcción del texto para la narración. El narrador busca. Busca y se detiene en la duda de cómo escribir esta experiencia. Recuerden, vida y novela en el mismo lugar. Por eso es vida su gramática. Tan pronto como la escritura trascienda a este lector. De hallazgo y pérdida al punto de la lectura. La vida de los otros, la vida otra vez de un viaje. No tolerar lo monótono de las ciudades por descubrirse. El riesgo es necesario ante lo nuevo. En ese caso estarían bajo la construcción del personaje y a la mirada del narrador que pronuncia en tercera persona los rodeos de las ciudades, del paisaje literario al pensar en términos de la escritura. Abrir las puertas de estas ciudades y entrar en sus ambigüedades para vivir lo que el héroe no esperaba, porque aparece el recóndito espacio de su vida que le aguarda por los hechos descubiertos. Le son literarios en esa medida de lo insólito al que hacemos referencia. Descubre con retardo y el narrador lo quiere mostrar así como para exhibir su teoría literaria de la novela: cada ciudad la puerta por abrir y su secreto oculto. Y el autor enfatiza esta herencia cortazariana hasta admitir la habilidad de lo que se escribe «sin poder escribir», la nada detrás del personaje. No es en ese caso un héroe ortodoxo porque fracasa. Sin embargo disfruta de su caída tanto como duda de lo real. Y hacerse en lo literario al descubrir la duda dentro del mismo viaje. Vila-Matas nos coloca en ese lugar en el capítulo Montevideo. Habitamos la habitación por igual donde el tiempo será simultáneo.

    Para Cortázar sus imágenes devienen de los recuerdos de la infancia y se colocan en ese mundo de lo extraño, de los retratos lejanos y los paisajes que se ocultan en el recuerdo y se vuelven en este juego literario cuando tiene claro su origen de lo fantástico. Sólo que se unen vida y literatura. Por eso siempre ha querido que el lector participe. La puerta condenada, Casa tomada y La autopista del sur, entre otros relatos, son ejemplos de esa cercanía. En todo caso, Vila-Matas lo aproxima en Montevideo por estar próximo a ese estilo. Después de todo de cómo entenderse con lo auténtico de dicha búsqueda.

Bibliografía

Baixeras, R. (2022). ‹Montevideo›, de Enrique Vila-Matas: la llave maestra de la puerta condenada. Recuperado de: https://n9.cl/xvocg (01 Septiembre de 2022. 6:50).
Cortázar, J. (1992). Los relatos. Juegos. Madrid: El libro de bolsillo. Alianza Editorial. S. A. Nº 2.
Vila-Matas, E. (2012). Perder Teorías. Barcelona: Editorial Seix Barral, S. A. Primera edición en libro   electrónico (epub): septiembre 2012 Conversión a libro electrónico: Newcomlab, S. L. L.
 _____________. (2022). Montevideo. Barcelona: Seix Barral. Biblioteca Breve, un sello editorial de Editorial Planeta, S. A.. Edición en libro electrónico noviembre. 2022 (ePub base r2.1).

  1. Del libro El exilio de los nombres/ {Be Bop para Cortázar}/Juan Martins/1ª edición: © Ediciones Estival 2023/Colección: El vitral de Duchamp N.º 8. Edición digital. ↩︎

XXVII Jornadas Nacionales / Internacionales de Teatro Comparado

Martes 30. 15.00 a 17.00 / Mesa de ponencias. Hora Argentina. Buenos Aires. […] *J u a n M a r t i n s (Estival Teatro, Venezuela): «Pessoa, un teatro de lo imposible”/ Progamación: https://n9.cl/gy8ak / Organizan: Instituto de Artes del Espectáculo “Dr. Raúl H. Castagnino” (IAE), Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Área de Investigaciones en Ciencias del Arte (AICA), Departamento Artístico, Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini”/ Encuentro Virtual: Todas las actividades se transmiten sincrónicamente por el Canal de Youtube del Instituto de Artes del Espectáculo: https://n9.cl/fy7i5 / Todas las actividades son de acceso libre y gratuito.

LA MIRADA AUSENTE, LA ESCENA ANDANTE

El Teatro Portugués: una lectura

**Alberto Hernández**

Gil Vivente

 

    1.-

 

¿Nos dice algo el nombre Gil Vicente? ¿Qué puede aportarnos cuando nos acomodamos en la butaca y comenzamos a despejar la escena de un teatro poco conocido para quienes vivimos en América, pero sin duda alguna para muchos portugueses que viven tanto en la península como en las Islas? ¿Qué de familiar guarda este hombre con la cultura lusitana?

Gil Vicente es un nombre antiguo pero revelador. Es un hombre de teatro de muy vieja data considerado como uno de los iniciadores del drama portugués. Aquellos tiempos no eran de unidad geográfica y política nacional: Salamanca era el centro de la cultura de la península, ciudad que competía con Alba de Tormes. Portugal era una costilla. Parte de la poderosa Castilla. Era, Salamanca, considerada, ciudad castellana, como la capital literaria de España.

Aún los recientes pasos de Rocinante se sentían en los alrededores de esta portentosa geografía.

Desde la Corte de Portugal, el dramaturgo dejó estos títulos, entre otros:

Monólogo del vaquerizo (1502)

Auto pastoril castellano (1502)

Autor de los Reyes Magos (1503)

Auto de San Martín (1504)

Auto da barca do Inferno (1518)

Auto da barca de la gloria (1519)

La Comedia del viudo (de dudosa fecha: 1514 o 1524)

Tragicomedia de Amadís de Gaula (1533).

Había nacido en 1465 y dejado de existir en 1536, luego de hacer reír a muchos de sus contemporáneos. Sus temas, basados en la ironía para atacar los abusos de poder y la hipocresía, sin adornos, eran considerados como el fundamento de  un verdadero hombre de teatro, toda vez que con sus temas desempeñó todos los roles: autor, director y actor de sus propias creaciones. Su desaparición dejó un profundo vacío. Portugal pasaba por graves problemas económicos y el silencio en la Corte suscitó la despedida de una época luminosa. El país había perdido mucho terreno en sus conquistas terrenales. No obstante, tímidas expresiones entran y salen de ese gran proscenio dejado vacante por Gil Vicente. El siglo XVI moría con él.  A partir de ese instante, Portugal despierta del sueño y se deja seducir cierto tiempo por los nombres de Chiado, Jerónimo Ribeiro, Antonio Prestes, y luego por la aparición casi milagrosa de Antonio Ferreira con su «La Castro», donde se prefiguraba el inicio de la tragedia escénica como signo local.

No obstante, la llegada de los problemas a Portugal de esos días imposibilita que el teatro continúe su carrera hacia el futuro, puesto que su fuerte atadura castellana en 1580 la hace más vulnerable. España tenía la palabra, el teatro era la voz cantante de un poder instalado en Castilla. Sigue leyendo

Livro da dança, la escritura del cuerpo.

Imagen

juan martins

Gonçalo M. Tavares
Gonçalo M. Tavares. Foto: Bel Pedrosa — LUSTER

Si regresamos al Livro da Dança destacaremos que el ritmo, la cadencia y la fragmentación estarán confi­gurando esa relación del poema, por tanto, auténtica con el ejercicio literario. Aquí, como en la mayoría de lo que escribe, importa es el «hombre» definido mediante una hermenéutica del cuerpo, el espacio, la danza o la sonoridad. Tales acabados ocupan el espacio interior del sujeto, tanto del narrador como del espectador-lector a quien se representa al mismo tiempo. Sin embargo, ese espacio también es el es­pacio que le irrumpe como unidad creadora de las imágenes que se producen en el poemario, siempre que este espacio todavía se erija desde la pasión del cuerpo: la palabra se hace cuerpo. El signo, otra vez la palabra, se adjetiva en quien lee porque el signo es cuerpo1. La voz del poema muestra esa capacidad como entidad del alma, como si fuera insustancial y etéreo, puesto que el hombre es transparentado por lo inmaterial o termina definido en una sustancia de tenor diferente. Queda entonces en manos del lector descifrar su sentido después de muchas interpreta­ciones del signo: cuerpo/escritura=verso. Literatura hecha en la diversidad como el aire del poema col­gado en la intención de aquel espectador por ver el tejido de su cuerpo. El cuerpo, insisto, no es material por sí solo. Lo será, en cambio, tan liviano como para no poseerlo, como quería Fernando Pessoa: tomar y amar al cuerpo hasta diluirlo en el nuestro, ya que no tenemos del otro su cuerpo, sino la sensación de él. Y hacia esa sensación se accede a través de la palabra escrita: el poema. Dos lenguajes: el de la escritura verbal y el otro articulado por los signos no/verbales (¿connotativos?)2 de la escenificación de la danza que incluso es, desde otra expectativa, escritura del movimiento que se expande hasta alcanzar sus ex­presiones simbólicas. Siempre en la fragmentación del verso, la línea de la escritura de un alfabeto que aún se «mueve» sobre aquel furor del poeta. Para que Tavares alcance su propósito, ha considerado el carácter rítmico de su lengua y la alternativa que le ofrece su sonoridad con la que se regresa al «canto» y a la unidad rítmica de representación en el poema. A pesar de esto, el poema diseña su propio movimiento:

O Segredo
a poesia dos terrestres e o Sagrado uso da verticalidade
(herberto).
[…]
O Corpo deve produzir conferências verticais cada vez
mais altas e terminar no Projector que ilumina o Sol. (Tavares, 2008: 14).

[…]

Nos «movemos» en él: el sujeto queda atrapado en su sistema, se mueve hacia el límite del poema: el desplazamiento y el ritmo deviene en la configura­ción de aquel cuerpo. Sin embargo, como anunciaba, se define en el movimiento de la palabra: sensación que se convierte en estrofa. Ricardo Reis (heterónimo del portugués Fernando Pessoa) atrayendo al lector y reencarnándose sobre el goce de la lectura en cuyo movimiento el «yo» poético se desplaza hasta conse­guir su vértice. A partir del cual, al mismo tiempo, solo requiere del lector quien se acomoda en la corpo­reidad de lo intangible. Quiero decir: la sustancia se hará sonoridad de aquel canto. Tanto es su sonoridad que el poema se recrea en esa abstracción del cuerpo, afirmando su propia musicalidad. Livro da Dança es un libro en el que se reitera el movimiento y el despla­zamiento en su propio reinado del signo: signo/des­plazamiento y poema en su unidad y, en esa medida, instala la imagen del cuerpo en una realidad diferente: la luz vertical del poema. Sigamos con esta idea del cuerpo. A fin de cuentas, esta concepción del cuerpo cambiará a petición de la voz del poema, recreándose el sentido del espacio, el cuerpo y su movimiento al atravesar la palabra y su poder de significación. Así que la realidad se transfiere hacia otra esfera de lo subjetivo: Mesmo deus tem dentro dele um deus profundo (Tavares, 2008: 23). Y esta subjetividad se extrema al colocar a Dios en esa misma fuerza. Y claro, accede a su fuerza conceptual: Dios se nos acerca mediante la palabra. Hasta aquí el lector se compromete con ese significado del cuerpo. Luego, estaremos más afines a otros significados. Como podrá advertirse, el cuer­po es un argumento que se devuelve al hombre y su estado emocional ante la realidad. Siempre, como me­diador, el pensamiento, la ironía o la duda: qué sucede cuando (des)estructuramos nuestro pensamiento del cuerpo y de esta manera acercarnos al mudo interior de esa nueva realidad (¿la misma?) para el lector. Asociados en la razón y al espíritu mediante la voz del poema, pero afirmada en la sensación: una emoción que se racionaliza en la escritura.

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Caín al principio del verbo

juan martins

En Caín de José Saramago (Edit. Alfaguara, 2009) su aparente inutilidad de los signos de puntuación, no son otra cosa que la presencia del lector, en la misma forma del discurso, mediante el pensamiento (del sujeto narrador o del lector) y cómo éste adquiere composición sobre el formato de la escritura con la eliminación del guión, del signo de interrogación, del punto y aparte y de todos aquellos signos de rigor gramatical para cualquier relato como ocasionalmente reconocemos en la literatura. Y este uso gramatical heterodoxo es lo que a su vez constituye el ritmo de la escritura en Saramago. Por esta razón se le acusa de no escribir bien. Nada más alejado de la realidad: es, en cambio, a mi parecer un modo de llevar la estructura de lo narrado, la cual la coloca fuera de género en tanto que podemos leer el relato como cuento antes que novela. El autor quiere más que se acerque a esta idea o que así lo tomen sus lectores. Quedará en manos del lector decidir con cuál género. Diría que tal calificación es un asunto más de las editoriales que del lector. Sin embargo, en el relato la composición de lo escritural (como en casi toda novelística de Saramago) se detiene en aquella intención de acompañar al lector en ese nivel del pensamiento. El lector no será aquel receptor pasivo, sino que participa en el orden de las ideas expuestas y dialoga en esta posibilidad de la escritura en la organización del discurso, cuando se representan las formas de la oralidad sobre el texto. Y si es discurso, es también, como sabemos, gramática, sintaxis y finalmente signo que instaura esta disposición del lector ante el relato: se instaura la relación entre significado-interpretación-ideología. Esto es, la relación del signo con el contexto social donde se le da uso (como identidad de lo popular en la mejor acepción de la palabra). En este caso, el solo hecho de usar este personaje «caín» tiene consigo toda esa carga semántica, puesto que se desarrolla en aquel nivel de relación con el signo lingüístico y el lector. Por una razón muy sencilla, forman parte (o una gran parte de ellos) de la tradición judeo-cristiana. Y es a partir de allí cuando establecemos los nexos con su componente ideo-religioso. Y digo que es ideológico porque pertenece al lugar de la interpretación del relato. Y por su naturaleza bastante dialéctico como para plantarlo frente al lector y hacer de ello literatura. Entonces lo ficcional viene justo de otro componente: la interpretación histórico-bíblica del personaje, la cual da lugar a la reflexión con que tanto insiste Saramago en toda su obra literaria y le permite ahora al lector pensar algunos hechos que nos pertenecen: Y eso que nos pertenece es Dios, su concepto y su religiosidad. A mi modo de entender no niega su autor a dios (en minúscula como lo escribe Saramago), sino que lo afirma en el discurso de este relato, permitiendo desacralizar los primeros libros de la biblia como los entendemos. Es decir, poner en el mismo nivel del lector cualquier trascendencia religiosa del personaje mediante el pensamiento. No pretende el autor cambiar nada de lo escrito y menos la postura del lector, por el contrario, que el lector defina un sentido de la historia, una organización del discurso religioso si acaso lo permite su diálogo con la lectura. Tal disposición gramatical de la escritura le viene al dedo con esta dinámica que impondrá su lector. Lo disfrutamos por el uso de lo irónico y de lo lúdico a objeto de relajar al lector cuando de asuntos religiosos se trata. Y como se podrá comprender, será rechazado o aceptado sin medias. Como quiera que sea es la condición de la escritura lo que nos interesa, lo estructural del relato. El narrador tiene bien claro (para aquella relación con el lector) que dispone de los hechos y de cómo los constituye en la ficción. El relato tendrá carácter de lo ficcional, puesto que el personaje trasgrede el tiempo real para hacerlo protagonista de una serie de acontecimientos bíblicos que serán puestos a la reflexión y a la recepción del lector. Saramago desea que su lector no se despida de esta posible reflexión de los acontecimientos. Por eso es que se dispone de lo horizontal sobre el discurso, de entender a Dios desde lo horizontal, entender desde la condición del hombre. Desarticulando el tiempo de la historia por otro que está dispuesto justo en la interpretación que hará, si acaso recepte del lenguaje con el que está escrito. Y lo deja al libre albedrío del lector. Con el cual Saramago define a un tiempo la locución que establece aquella relación semántica de lector-personaje-religiosidad. Es un gesto de libertad como lo es el pensar o tener la posibilidad creadora de que el lector se construya en el relato, una lectura abierta y heterodoxa. Pienso en dios y dios me piensa en la continuidad de lo narrado. Con esto José Saramago (des)construye el sentido de la historia religiosa:

Entonces el señor es capaz de todo, de lo bueno, de lo malo y de lo peor, Así es, Si tú hubieras desobedecido la orden, qué habría sucedido, Lo que el señor suele hacer es mandar la ruina o una enfermedad a quien le falla, Entonces el señor es rencoroso, Creo que sí, respondió abraham en voz baja, como si temiese ser oído, para el señor nada es imposible, Ni un error, ni un crimen, preguntó isaac, Los errores y los crímenes sobre todo, Padre, no me entiendo con esta religión, Haz por entenderte, hijo mío, no tendrás otro remedio, ahora voy a hacerte una petición, una humilde petición, Cuál, Que olvidemos lo que ha pasado, No sé si seré capaz, padre, todavía me veo sobre la leña, atado, y tu brazo levantado, con el cuchillo reluciente, El que estaba ahí no era yo, en mi perfecto juicio nunca lo haría, Quieres decir que el señor enloquece a las personas, preguntó isaac, Sí, muchas veces, casi siempre, En cualquier caso, quien tenía el cuchillo en la mano eras tú, El señor lo había organizado todo, en el último momento intervendría, viste al ángel que apareció, Llegó con retraso, El señor habría encontrado otra manera de salvarte,..

 

 

Negación de la ortodoxia para afirmar el pensamiento que se tiene de dios hasta diferenciarnos de nuestro concepto de la fe. No de su derrota, sino consolidar la duda que se sostiene con solo nombrar la palabra «caín». Nombrar en lugar de definir y hallar en el otro el sentido real que hay detrás de las religiones: el poder como institución y su control en el individuo, ya que, el relato quiere constituirse en ese nivel del pensamiento. A partir de este encuentro con la lectura toma lugar la racionalidad para colocar lo religioso sobre aquella horizontalidad en tanto sea un estímulo al lector. Así encontramos en la escritura un modo de exhibir los diálogos en el mismo lugar del lector, ajustando el instante mental del lector con el relato propiamente dicho: esta continuidad se hilvana con la figura abstracta del lector, diría, con la imagen mental que se representa. Representa el uso de la oralidad en escritura. Este estilo de colocar los diálogos nos acerca a la oralidad, a la tradición de «contar» como lo haríamos oralmente. Lo instrumenta y lo logra en el texto, en una mezcla de escritura y oralidad en forma de género literario. Ese es su estilo. Pero firme en la comunicación del texto y coherente en el sentido. Signo y representación quedan en un mismo escenario: el libro, la escritura y, con ello, lo narrado. Sabemos que Saramago se mantuvo crítico ante la noción de Dios y en él, dios, es lugar de pensamiento, por consecuencia, recrea la historia y nos permite comprender (nos invita, no impone), de acuerdo a su criterio, que el concepto de dios es aún una noción del poder. Y la palabra dios abandona en el lector aquel lugar de la historia. Y como lo entiendo es un acto de libertad si nos distanciamos de la noción de Dios. Lo que al mismo tiempo me acerca a la paradoja de reflexionar en torno a él. Esta es la ironía con la que escribe su autor. Y dilucidamos todo lo que en él viene a modo de palabra. Es el derecho que tenemos todos: por la duda, la curiosidad, lo intangible, la metáfora. Después de todo es literatura y está hecha para el goce del lector. Por este derecho a la curiosidad reprimimos el temor al pecado que hasta ahora instaura la iglesia como mecanismo de poder. Y en su lugar, permitirnos aquella racionalidad de lo religioso sobre este goce de la lectura. De modo que

Tengo un pensamiento que no me deja, Qué pensamiento, preguntó abraham, Pienso que había inocentes en sodoma y en las otras ciudades que fueron quemadas, Si los hubiera, el señor habría cumplido la promesa que me hizo de salvarles la vida, Los niños, los niños eran inocentes, Dios mío, murmuró abraham, y su voz fue como un gemido, Sí, será tu dios, pero no fue el de ellos…

 

 

un Dios que se hace pensamiento en la medida que esta interpretación del signo se figura en la abstracción de la lectura, siempre que tengamos el referente institucional de la palabra «Dios» que le han otorgado las religiones, el cual, hasta donde sabemos, se distancia del hombre y de su noción del amor. Así que la escritura de Saramago, insisto, me acerca con libertad a mi propia noción de Dios. Y esto se logra con la estructura verbal y ficcional del relato. Es un gesto de libertad, también, poético: la ruptura del tiempo, la presencia real del personaje caín en diferentes acontecimientos bíblicos por medio del desdoblamiento introduce al cuento en lo ficcional y en su juego irónico con la historia a modo de estructura lúdica y verbal. Tan divertida y liberador en el goce de la lectura como pensar por sí mismo. La escritura se hace placer y representación del lector.