‘La puerta condenada’ -después de leer a ‘Montevideo’ de Enrique Vila-Matas-

por Juan Martins1

Casi no lo tomó en serio cuando el llanto del niño lo trajo de vuelta a las tres de la mañana. […]

Julio Cortázar (La puerta condenada, 1992: 58)

El sendero por descubrirse. Y lo que puede estar detrás de esta puerta será lo insospechado por lo vedado como inidentificable. Dentro de la imperfección del sentido. Lo que se halla (encubierto) es además el rumor de la duda. Si logro abrir el vértice de alguna de sus puertas sería la sombra de mi forma (mi ser sobre el abismo) por pertenecer a otro mundo que nos engaña para liberarse de su entorno. La puerta es la misma sensación emocional que nos produce: A Petrone le sorprendió descubrir la puerta que se le había escapado en su primera inspección del cuarto. (1992: 55). Se oculta allí la ausencia de lo desconocido cuando se nos hace claro la figura de un paisaje narrativo que se asienta en la tensión de lo furtivo, mediante lo cual se nos ofrece un lado fantástico para interpretarlo. La figura de la realidad cambia nuestro estado emocional y el ánimo de la voluntad del protagonista cambiará de acuerdo con ese encuentro de lo que está dentro de la puerta como reflejo de la pérdida. Petrone lo resuelve con más facilidad al final. Acepta el carácter de esa realidad. Pero esta no es extraña del todo: la mujer que se oculta con su bebé detrás de la puerta en la habitación del hotel Cervantes de la ciudad de Montevideo siente la necesidad de «rescatarnos» tras el hallazgo de lo que está dentro, más allá de su habitación, detrás de lo desconocido, detrás de los temores y de lo incierto como lo sabremos al final. Iremos tras el asombro.

    Desde esta demanda se muestra la sensualidad de aquella «forma» de lo oculto tras el hallazgo de aquel asombro y, por qué no, el respiro del rumor, la tensión y la incertidumbre que vive Petrone por saber qué está a la zaga de la puerta, saber de aquel niño el cual

[…] lloraba tan débilmente que por momentos no se lo escuchaba, aunque Petrone sentía que el llanto estaba ahí, continuo, y que no tardaría en crecer otra vez. Pasaban diez o veinte lentísimos segundos; entonces llegaba un hipo breve, un quejido apenas perceptible que se prolongaba dulcemente hasta quebrarse en el verdadero llanto. […] (p.58).

    El asombro aparece transformado en seducción y curiosidad, otras veces, tras la irritación de Petrone por terminar de saber quién es el niño que llora detrás de la puerta. Saber que al abrir la puerta se descubre también otro vértice de la vida. Nuevas formas de la vida incipiente sobre la búsqueda de otro significado. Ni siquiera la duda resuelve el asunto para Petrone, porque para él la realidad no es sino el llanto del niño quien interrumpe su descanso desde su lado de la puerta. Al otro, el niño que llora en horas de la madrugada y todos lo niegan. Dicha puerta condenada requiere entender lo fantástico como muestra del escenario insólito. No importa qué está allí de ese lado, como sí la disformidad de esa apariencia. Quiere decir que la vida por lo extraño nos desvela. La confusión reitera la tensión narrativa para el lector de no ser por lo fantástico. Lo curioso e indiscreto conformando el relato. En tal caso lo vedado se sostiene cuando de pronto aparece revelado este temor que nos produce el niño llorando al lado de la puerta como tergiversación de la realidad. Mirar «qué hay detrás» del costado alimentando la curiosidad del lector.  El temor asomando su alternativa. Y mirar es librarse del desasosiego tras la búsqueda de transparentar los hechos hasta aclarar lo que le sucede a Petrone: la angustia, esta tensión narrativa. Por ejemplo lo desconocido adquiere prioridad, todo lo demás se arregla en función de «mirar» como si la puerta fuera el portal eterno de lo insólito.
    Querer descubrir qué hay al abrir la puerta será la esperanza para nuestro protagonista y el enganche del lector. El narrador desea mantenernos en la duda. Es el punto álgido del narrador cuando se sostiene la ambigüedad de lo inverosímil. Quiere reconocerse el carácter de esa soledad de estar vacío en la habitación porque nadie del hotel reconoce el niño que llora. También es una resonancia del temor por no saber, en cambio, qué está allí detrás del vértice o de cómo los hechos nos colocan en ese vacío. La nada de otro mundo no menos real, pero sí de otro significado. Otra variante de la vida. Lo desconocido nos modela otra condición de la vida, tanto real como extraña. No digamos más, detrás de la puerta, otra habitación, el vacío y la otra ciudad que nos descubre. Y si por diferencia queremos regresar donde estábamos. Será pues muy tarde cuando habitamos el atasco como ruina de la realidad. La ciudad aún tiene su rostro.

    No haremos más que ocultarnos otra vez: se abrirá otra puerta y detrás de esta otra en donde nace un pasillo hacia nueva puerta y desde ésta otro cruce hacia el mismo recorrido, en cuyo sendero no termina el laberinto. Todo lo contrario, hay otros portales sobre el recorrido. La nada que se parece aquí al vacío. La nada similar a la duda en el recinto del hotel Cervantes. Como veremos Petrone teme a ello por no encontrarse con lo normal. Lo incauto, aquel abismo de la duda. De modo que la habitación no cambia. La puerta condenada, el niño que «llora» y su madre del otro lado de la puerta. Nada se parece más a su propio laberinto cuyos extremos se bifurcan para otro recorrido afín, pero diferente por los hallazgos. Ninguna ruta se parece a la otra. Hay que recorrer el camino con la duda. Petrone insiste de lo que hay en el otro lado. Todos lo niegan. Él insiste a modo de descubrir cómo el niño llora valorando lo infrecuente […] Petrone se preguntó qué iba a hacer […] todo se le antojaba trucado, hueco, falso: el silencio, el llanto, el arrullo, lo único real de esa hora entre noche y día y que lo engañaba con su mentira insoportable. Golpear en la pared le pareció demasiado poco. […] (p. 59). Y la sorpresa es que, en pos de la puerta, pensó Petrone, hay un niño imaginario que llora y acentúa su desasosiego. Tal connotación es implícita para Cortázar. Esto sucede como un hecho regular en la vida del narrador, mostrando la gramática de ese mundo detrás de este diálogo con la otredad. El mediador, insisto, quiere posesionar al lector, lograr de éste su movimiento activo mientras sea un lector comprometido con esa noción de alteridad. Lo que está dentro y fuera se mueve a nuestra voluntad en tanto somos ese tipo de lectores de lo fantástico.

    La puerta condenada será su realidad. Detrás de la puerta otra vida. De manera tal que lo real cambia ante lo extraño. Al revés de la puerta otra naturaleza. Sin embargo la subjetividad del protagonista acepta esas condiciones de esta puerta. ¿Condenada a qué? A nuestra perplejidad por lo otro. El lector decide cuál marco de la puerta selecciona para su alteridad de lo cotidiano. Esa incomodidad es uno de los atractivos del autor. Estar dentro o fuera o en la ilógica de los hechos. Allí estaría la bifurcación de ese sendero: nuestro temor. Desde luego que la maestría de Cortázar vuelve lo insólito normal. Lo extraño como ordinario y lo sorpresivo cotidiano como para introducirnos a la función de lo fantástico. A ver si me hago entender, lo que es aparentemente normal surge de ese mismo giro de lo extraño. Por ejemplo el bebé del otro lado ya es tan natural que se conforma en el lector como un estado natural de las cosas. Es decir, que él encuentre su propia realidad del relato. Verosímil lo inverosímil, lógico, lo absurdo y real lo irreal. El narrador nos ofrece esa opción. A fin de cuentas lo «extraño» se ambienta en las sensaciones de sus lectores.

    Hay un recorrido en una frontera muy débil entre lo de adentro y lo de afuera. Vida y muerte, lo maravilloso y lo cotidiano, la sobriedad y el desasosiego en ese límite. La puerta no está condenada como sí abierta, como dije, es asidero de puertas interconectadas. La duda es la conexión con lo extraño. Como se sabe lo descubrimos al final del relato. Y por lo expuesto esa ruta es también desconocida para su lector. Hay un recorrido sin destino, pero que reside en el cambio emocional de Petrone para seducirnos cuando

[…] Extrañaba el llanto del niño, y cuando mucho más tarde lo oyó, débil, pero inconfundible a través de la puerta condenada, por encima del miedo, por encima de la fuga en plena noche supo que estaba bien y que la mujer no había mentido, no se había mentido al arrullar al niño, al querer que el niño se callara para que ellos pudieran dormirse. (P. 61).

    Lo extraño tergiversa la realidad. Poco importa que sea real. El niño llora y se alude no sólo al imaginario, como también a lo fantástico. El niño, en su noción para el lector, dobla el sentido, la alteridad no es sorpresa, ya que funciona como algo que debe suceder. El territorio de lo fantástico funcionado como un hecho natural. Es cuando cierra aquí el relato.

    Dudar de la realidad como así sucede en la narrativa de Enrique Vila-Matas, es decir, que la novela puede serlo todo y que su forma evoluciona. Escribir novelas como cambiar el mundo, pero sin tocarlo, agitarlo en la sensación, en ese fragmento de la emoción como hasta lo estamos indicando en la formación de la narrativa, tanto en Cortázar como en este último por su puesto desde sus diferencias discursivas. Leer a los autores por lo novedoso o por otras ideas de entender a la narración en este contexto de lo contemporáneo.

    Regresando a La puerta condenada, vida y muerte separados por un límite muy breve, casi transparente a lo que está más cercano o lejano de la vida. El lector no decide, sino que recorre esta voluntad con el relato. La puerta no está condenada como sí abierta a la incógnita, como dije, existe esta puerta donde los secretos residen en la memoria, ahora sí, tanto para el narrador como para el lector lo extraño es permeable ante el encuentro de un relato sorprendente en su estilo. Se siente la tensión narrativa. Hay un recuerdo, un viaje sin destino que no fuera sino aquella duda, lo extraño, el vacío y lo inverosímil porque estaremos detrás de la puerta buscando otros significados. La suerte será otra habitación con otra puerta condenada. Con esto Cortázar consolida la vida en tanto es aquella visión fantástica de lo narrado: no es que la realidad sea diferente, sino que esta diferencia es propia de la realidad. Y la vida se tergiversa y se complementa en la narración. Todo es posible y natural. Lo extraño formará parte de esta naturaleza. No hay sorpresas para descubrirnos en otros significados de la vida. El instante fluye en nuestras sensaciones. Revelar que lo inverosímil es todavía parte de lo real.

    Decía que el viaje es parte de ese registro porque Petrone nos conduce a través de un viaje de lo extraño donde descubrimos, por paradójico que parezca, el giro fantástico del relato. Debo decir de nuevo que todo se conforma dentro de su aparente cotidianidad porque para nuestro autor así es la realidad como para el narrador de Montevideo cuando desvela cómo las ciudades París, Cascais, Montevideo, Reikiavik y Bogotá son parte de puertas para el héroe, puertas que se «abren» con historias en espera del autor por la perspectiva de narrar bajo la novedad. El escritor que no escribe, el héroe en Montevideo, ahora tiene historias reservadas de esas ciudades. Cada ciudad la historia por contarse. A la vez que el narrador nos recorre sobre un sendero también abierto a pesar de que este protagonista haya abandonado la escritura. Este escritor que no tenía historias para hacerlo ahora lo sorprenden esas historias veladas en estas ciudades. Las puertas que se abren en un autor-personaje que se asocian en el atrevimiento de Vila-Matas con esta novela.

    Petrone, por su parte en La puerta…, se extiende en la otra voz narradora de Montevideo y esta regresa a una teoría literaria para el barcelonés Vila-Matas. Cortázar aventurado en el relato, intertextualidad de Cortázar a Vila-Matas y de éste a la narrativa del viaje, del traslado de la literatura latinoamericana a Vila-Matas. Y luego regresemos a Cortázar por supuesto como herencia de aquel. Allá en Montevideo son notas de vida que se articulan al propósito de la novela, por eso, «viaje» a la memoria. En la habitación 205 del Hotel Cervantes de Montevideo que existe y ahora es la motivación de narrar lo inconmensurable lo cual se construye en ese relato de la Nada y del Vacío. Honor a un estilo que también lo es para el barcelonés, puesto que […] la mejor parte de la biografía de un escritor no es la crónica de sus aventuras, sino la historia de su estilo» […]. (Vladimir Nabokov, citado por Vila-Matas, 2022: 56). El estilo de otra aventura, de la novedad de escribir con el propósito de tener un narrador tan poderoso que sea capaz de negar la escritura, negar al lector y colocarlo a este frente a otra ciudad desde la puerta insondable. En la Novela el itinerario de su narración se bifurca con otra ciudad y de esta a otra sobre la búsqueda un mundo tal vez maravilloso para esa escritura de la nada. Ya que lo irreal y lo cotidiano se cruzan con la firmeza de lo fantástico. En este caso de Vila-Matas es la sorpresa, lo ilógico y las bromas de la intuición. Por su puesto los autores son diferentes, pero se reúnen aquí. Sucede en Montevideo como en La puerta… . Novela y relato separados hasta unirse en su intención con el estilo. Como lector me es inevitable compararlos. La vida y lo literario captando su propia tarjeta de presentación, aprender de las historias su animación literaria en cada autor.

    Habrá que decir que lo sorprendente funciona en la estructura del relato como en la vida. No se separa. Lo real e irreal en el mismo lugar y el discurso sostenido se nos hace relato, como divertimento. Más bien lo sorprendente se vierte a la vida. Por último lo fantástico estaría de ambos lados, en la vida como en la narración. Las puertas contiguas tienen algo que contarnos, siempre detrás de lo otro, nada aflora mientras cerremos esas puertas. Este impulso orgánico con la escritura es necesario para entender a Cortázar, su estilo como su herencia. Y nosotros los lectores ambiciosos de tener estas voces de la narrativa para lo cual nos aventuramos detrás de lo cotidiano. La aventura del riesgo siendo parte de nosotros. Véase como al cabo del relato La puerta… todo se cubre de otro semblante porque Petrone […] lo oyó, débil pero inconfundible a través de la puerta condenada, por encima del miedo, por encima de la fuga en plena noche supo que estaba bien y que la mujer no había mentido […] (1992: 61). Éste quiere aceptar ese lugar de lo ajeno. El niño estuvo allí llorando cuando ya la mujer no estaba en la habitación próxima del 205 del Hotel. Sin embargo el niño se oía. Dos realidades, primera, que el niño siempre estuvo allí y la otra que el suceso es parte de su propia imaginación y es fantástica todavía en ese orden de lo real. Esto quiere decir que lo imposible sostiene al lector quien no se extravía en la tensión narrativa, tal como lo aceptará al final del relato. El lector se posesiona del lugar de Petrone, acepta para envolverse de esta otra realidad. Ritmo y estructura hasta conseguir la irreverencia del relato. Seremos entonces parte de lo irreal donde lo último de la historia queda abierto a interpretaciones.

    Por lo mencionado habrá que recordar que lo extraño no es sobrenatural en el giro de lo que llamamos fantástico cuando los límites entre lo real e irreal no están dados. Ya decía que lo ambiguo los ocupa. La alteridad es parte misma de la realidad. Una habitación, un bebé que llora que nadie ve y nadie oye, pero es parte de la realidad. Lo vemos a partir de nuestras sensaciones.

    Detrás de la puerta el inconsciente de nuestros sueños.

    En Montevideo las puertas se abren al escritor que quiere escribir de lo «que no puede escribir». El personaje-escritor deja de ser escritor hasta introducirse en otras realidades: —¿Y no será que usted escribe sobre aquello que le impide escribir? ¿Y no será que si yo toco piezas de jazz es porque éstas hablan de lo que me impide tocar? (Vila-Matas, 2022: 30). Mallarmé aquí responde a Davis Miles en este juego literario que nos ofrece el narrador para provocar la duda, el abandono del escritor por sí mismo cuando está detrás de lo que no puede escribir. Revela cómo aquellas ciudades París, Cascais, Montevideo, Reikiavik y Bogotá son las puertas que se abren a lo contiguo en donde aparece lo que debe escribir «sin escribir». Acaso el sueño de lo desconocido. Es cuando el personaje se arrepiente de abandonar la escritura cuando de pronto encuentra, en el medio de ese viaje, otras posibilidades de hacerlo. Continúa su aventura detrás de cada ciudad para el recorrido. No tan sólo por vivir la experiencia (del héroe) como sí el pensamiento que deviene de la nada a la escritura o del vacío a la plenitud. Entendamos, sugiero, que en esta novela de Montevideo lo singular se da en la aparente esfera de lo normal. Lo normal no funcionará sino en el pensamiento del protagonista. Claro, las cosas cambiarán al ritmo de la experiencia intelectual. Deja de ser intelectual cuando dichos sucesos lo sorprenden en tanto es el escritor de lo que no puede escribir. Y el ejercicio de la escritura se reduce a lo ilógico de su propia idea de escribir. Lo sabrá al descubrir cada ciudad. Aquí la trama no es más importante que el acontecimiento, el tejido narrativo o esa estructura de la sorpresa.

   Y ahora, regresando a La puerta condenada, el personaje queda descubierto por lo extraño. Lo extraño funciona como natural frente a los hechos, mientras que en esta novela la sorpresa del pensamiento está sublevada el héroe, a una segunda intención de lo que descubre, es decir, de cómo la escritura se elabora en el narrador que pretende doblarse en su héroe. Redactar pues lo imposible de sí mismo en primera persona (el yo literario de Vila-Matas, descubierto en la ficción). Una vez más la ilógica fraguada en el estilo de narrar. Y desde estilo a la estructura de su obra.

    Aunque los narradores de Cortázar y Vila-Matas diferentes dentro de cada estilo por temporada y formalidad aún estarían unidos por la autenticidad de lo sorprendente. Lo contiguo a las puertas serán parte de la misma ambigüedad. La puerta condenada en uno y las ciudades en el otro. Desde luego sabremos que detrás de lo contiguo abrimos nuestras duda ante lo inesperado de los protagonistas. Si revisamos bien queremos estar en el interior de esas puertas y de lo nuevo que será incertidumbre porque no sabemos qué surge de allí. Como si la literatura fuera la vida por sus hechos ilógicos. El Juego de lo irreal siendo en su turno parte de lo real. Tal es la fortuna de los relatos, ya que la vida es la representación de lo imaginado, lo curioso y lo surreal. La sorpresa, como sabemos, estará en este narrador de Montevideo y lo surreal en lo lúdico de Cortázar, más allá de cualquier hecho teórico por lo literario. Todavía Cortázar en Vila-Matas.

    Salir de los límites de la novela conocida, desarrollar el modelo que su visión le exige. Este narrador de Vila-Matas incluso es disuelto no tanto en lo experimental como sí en la búsqueda de esos límites cuando la novela puede serlo todo. Dije más arriba que la historia de esa novela (lo narrado) evoluciona detrás de la trama que poco importa ante esa tendencia de lo sorprendente y de cómo coinciden en nuestros dos autores ese gusto por lo literario. Incluso sin importar si se fracasa. Reitero cómo el héroe del escritor barcelonés (véase en el vídeo: Cortázar, 2023) descubre mucho que contar, puesto que le ocurren los hechos tras su asombro de conocerse en estas ciudades como escritor. La ambigüedad en el ejercicio de la escritura. Tal vez una compresión de lo fantástico para su novela sin comprometer su modo (estilo) de escribir. De allí el carácter ensayístico de esta novela. Descubrir la sorpresa por un lado y ese potencial de la novela hasta perdurar en su obra. En ser historia de otra historia. El relato dentro de otro. El narrador metido en su laberinto cercano en esas coincidencias de Vila-Matas, tal como lo muestra con claridad en su capítulo Montevideo. Y del pensamiento literario de su novelística.

    Los dos autores para el lector. La puerta condenada sigue al narrador de Montevideo. El personaje-escritor viaja para el recorrido de la otredad por el hallazgo de otros umbrales.

    El narrador los atraviesa y se descubre a sí mismo quizás para desdoblarse en aquel. El autor unifica el ensayo y la narración hasta consolidar su estilo. La novela del viaje. El tratamiento del doble, del otro que le permita esta osadía de narrar, dejarse inducir por esa influencia de Cortázar con todo el riesgo de la derrota. Vila-Matas lo disfruta como también nosotros. Ricardo Baixeras nos afirma

[…] la búsqueda de una narrativa utópica, la preeminencia de un estilo ganando la partida a la trama y la voluntad inquebrantable de construir un paisaje literario después de la batalla moral que ya se sabe perdida de antemano […] (Ricardo Baixeras, 2022).

    Y es trazada su búsqueda en Montevideo. Donde el mundo hecho de fisuras abiertas a la noción del lector que quiere conciliar con el Vila-Matas que conoce. Novela para los lectores vila-matasianos, si se me permite el término. De alguna manera el autor y el lector se reconocen en esa escritura a propósito de su estilo, su atmósfera, el ritmo y la prosa que nos permite huir con el autor desde aquel recorrido donde los paisajes nos descubren. No quiere el autor repetirse ni defenderse en la novela. La novela insisto puede permitírselo, por lo menos esta novela de la ambigüedad y en la que todo es posible hasta desdoblarse en el narrador. Quiere decir que está presente un yo quien es nosotros, somos los otros que también buscamos, por fortuna sin el éxito que esperamos. En ese momento esta novela se acerca a esa puerta incógnita de La puerta condenada. El lector conoce ese riesgo y es lo que disfruta de este estilo del narrador o de sus narradores de toda su obra como lo demuestra en su ensayo Perder Teorías (Vila-Matas, 2012). El autor doblado en el narrador para asignar su noción de la novela. Vila-Matas ofrece este placer de la metáfora en el hecho de la construcción del texto para la narración. El narrador busca. Busca y se detiene en la duda de cómo escribir esta experiencia. Recuerden, vida y novela en el mismo lugar. Por eso es vida su gramática. Tan pronto como la escritura trascienda a este lector. De hallazgo y pérdida al punto de la lectura. La vida de los otros, la vida otra vez de un viaje. No tolerar lo monótono de las ciudades por descubrirse. El riesgo es necesario ante lo nuevo. En ese caso estarían bajo la construcción del personaje y a la mirada del narrador que pronuncia en tercera persona los rodeos de las ciudades, del paisaje literario al pensar en términos de la escritura. Abrir las puertas de estas ciudades y entrar en sus ambigüedades para vivir lo que el héroe no esperaba, porque aparece el recóndito espacio de su vida que le aguarda por los hechos descubiertos. Le son literarios en esa medida de lo insólito al que hacemos referencia. Descubre con retardo y el narrador lo quiere mostrar así como para exhibir su teoría literaria de la novela: cada ciudad la puerta por abrir y su secreto oculto. Y el autor enfatiza esta herencia cortazariana hasta admitir la habilidad de lo que se escribe «sin poder escribir», la nada detrás del personaje. No es en ese caso un héroe ortodoxo porque fracasa. Sin embargo disfruta de su caída tanto como duda de lo real. Y hacerse en lo literario al descubrir la duda dentro del mismo viaje. Vila-Matas nos coloca en ese lugar en el capítulo Montevideo. Habitamos la habitación por igual donde el tiempo será simultáneo.

    Para Cortázar sus imágenes devienen de los recuerdos de la infancia y se colocan en ese mundo de lo extraño, de los retratos lejanos y los paisajes que se ocultan en el recuerdo y se vuelven en este juego literario cuando tiene claro su origen de lo fantástico. Sólo que se unen vida y literatura. Por eso siempre ha querido que el lector participe. La puerta condenada, Casa tomada y La autopista del sur, entre otros relatos, son ejemplos de esa cercanía. En todo caso, Vila-Matas lo aproxima en Montevideo por estar próximo a ese estilo. Después de todo de cómo entenderse con lo auténtico de dicha búsqueda.

Bibliografía

Baixeras, R. (2022). ‹Montevideo›, de Enrique Vila-Matas: la llave maestra de la puerta condenada. Recuperado de: https://n9.cl/xvocg (01 Septiembre de 2022. 6:50).
Cortázar, J. (1992). Los relatos. Juegos. Madrid: El libro de bolsillo. Alianza Editorial. S. A. Nº 2.
Vila-Matas, E. (2012). Perder Teorías. Barcelona: Editorial Seix Barral, S. A. Primera edición en libro   electrónico (epub): septiembre 2012 Conversión a libro electrónico: Newcomlab, S. L. L.
 _____________. (2022). Montevideo. Barcelona: Seix Barral. Biblioteca Breve, un sello editorial de Editorial Planeta, S. A.. Edición en libro electrónico noviembre. 2022 (ePub base r2.1).

  1. Del libro El exilio de los nombres/ {Be Bop para Cortázar}/Juan Martins/1ª edición: © Ediciones Estival 2023/Colección: El vitral de Duchamp N.º 8. Edición digital. ↩︎

‘Éxodo’ de Alberto Hernández

Por José Ygnacio Ochoa

En Éxodo de Alberto Hernández (El Taller Blanco Ediciones, Colección Voz Aislada. 2023) la palabra se mueve, se traslada y se reinventa a cada instante. Cada paso es un alejarse de la sustancia que aflige, aun así, es el intervalo de la metáfora como la ilusión. Importa poco si es Cúcuta, una isla del Caribe, Brasil o Estocolmo lo que sí es cierto es que siempre estamos pensando que nos buscan o nos persiguen por algo que no hemos hecho. Pareciera que la tranquilidad —lo más cercano a la felicidad— está fuera del país. Gran contradicción, pero es la verdad. Cruzar un puente, la selva, enfrentarse a largas colas  con el temor de ser requisado y vejado, con todo,  el ave en su vuelo sigue. Esto no es un sueño, es la absoluta realidad al punto de una pesadilla. El caminar, la oscuridad, el territorio de lo desconocido es la imagen que se delimita en los poemas de Éxodo. Desolación y penumbra en el tránsito con protagonistas de una historia de imprecisiones. Aclaramos que este no es el segundo libro de la Biblia, ni la salida de los israelitas, ni cómo Dios lanza las diez plagas. Esta partida se refiere a los venezolanos que viven un tiempo que parece irreal.

Decir éxodo es decir: desplazamiento, destierro,  ida sin vuelta, partida, un ir para nunca más volver, abandono, no retorno, trocha, desalojo, luego la voz del poeta dice en HUSO HORARIO:

[…]

 Hemos perdido la noción de la vida.

Somos un invento

Que rebota de tierra en tierra

De ciudad en ciudad

De silencio en silencio.

 Cabe preguntarnos, ¿Qué nos queda después de todo?, pasa que el concepto original del vocablo va por la vía del sentir fuera de lo religioso o filosófico, quizás lo que afirmo es un improperio. Los preceptos ontológicos se fueron al traste. Aquí acontece el dolor del desarraigo, tanto por lo que se deja y por la incertidumbre de lo que sobreviene. El paisaje que se deja atrás se reinventa en la otra orilla con la espuma de lo absurdo que se desvanece en el andar zanjado por el sentimiento de masticar y tragar lo que no se ve, eso duele y mucho. Existen situaciones y momentos que han de ser como la primera vez, de eso estamos claros, el asunto es volver con la luz que se atisba en el espacio que guía en surtir como el fluido en el muelle de la brevedad: libertad, otra definición movediza. Volteamos hacia los lados y vemos la desolación en los ojos de la familia, los amigos y en los transeúntes. No sólo es la camisa desteñida y corroída, es el paso desgastado del docente en las escuelas y en las universidades tomadas y abandonadas.

Éxodo es el canto. Éxodo es un grito. Éxodo es el poema. Éxodo somos todos.

Dieciséis poemas contundentes e irreductibles para no perder la memoria de un país, para recordarnos qué somos y de qué estamos hechos, este gesto se lo agradecemos a la voz poética de Alberto Hernández:

AEROPUERTO 1

 El equipaje es ultrajado por dos hombres.

Extraen medias, pantalones, camisas, un perfume.

Un teléfono de última generación.

Todo lo reparten entre ellos.

 También había un libro.

“Eso se queda en la maleta”

Eso somos, somos el libro. Siempre lo tendremos es como el alma para derivar en la palabra. En él la memoria en espiral, el bucle que no termina nunca. Gaston Bachelard en el capítulo «La dialéctica de lo de dentro y de lo de fuera» del libro La poética del espacio (1986) menciona la presencia de los opuestos: sí/no, lo positivo/lo negativo, lo abierto/lo cerrado como términos cercados en una sintaxis artificial por cuanto el interés es delimitar o encuadrar las nociones. El discurso debe ir más allá de lo meramente geométrico. Luego, el arrojo de la voz poética, en este caso, es hacernos ver que en el libro Éxodo, leemos, sentimos y cavilamos sobre lo vivido y lo que proyectamos. Se afianza el dolor porque no se vacila en hallarse en él. Dolor que se trasmuta en la imagen y, desde luego, en reinventarse un espacio y un tiempo en un adentro. El afuera pernoctará allí, en su acecho para torturar al otro.

Después de todo, discurrimos en ese andar insondable, el poema, el que usted escoja de este libro, será el que manifieste la otra sintaxis: palabras, frases y oraciones se acoplarán al paso de la otra realidad, la que buscamos, la que no se ve porque como lo afirma Bachelard: el ser debe ser el ser de la otra expresión, agregamos a esto, el ser de la imaginación para llegar a los matices asimétricos de la vida. La vida como verdad y acción ante lo desconocido y lo conocido en lo profundo del ritmo y cadencia poética. Poemas para acompañarnos con esta cotidianidad arrasadora. El aliento va en la mano con el alfabeto agudo con aroma de despedida consciente de las distancias y los desalojos físicos. Poemas para no perderse en la revelación de las voces de una multitud.

UN MUERTO

En la trocha hay un muerto.

Es un muerto con un ojo abierto.

Es un muerto que ya cruzó la frontera.

Para él ya no hay país alguno.

Con la muerte se pierde la simetría de la vida. Todo es uno. No hay país, ni divisiones. El sentido de la frontera caduca en esto caso. El allí se disuelve y el afuera también. La imagen flora en el poema, en el poema-éxodo, igual a: éxodo-poema. Es como abrir lo deseado hacia adentro. Lo que se busca está en el movimiento del vocablo elegido, el verbo toma su fuerza y su carácter se funda ante la imagen deseada. Y, si cada país o ciudad tiene su tono, cada poeta expresa su confesión. Inflexión que traduce la frontera como un espejismo porque el poeta alborota su pensamiento y lo deja volar como cuando la muchedumbre avanza porque, pese a ello, sí existe la rendija de una voz que canta y dice, la voz de un país como la voz del poema. El parloteo se difumina ante la presencia de una señal que muestra el otro sentido, la señal que se busca en el poema. Los habitantes de un país como el poema: No son invisibles. No sobran porque siempre van a estar  en el tiempo justo. En el tiempo necesario para redescubrir la vida que se merecen por derecho y por lo hecho a puro sudor.

Luego de esto, el lenguaje nos salva, el poema nos dice y comprende. Me comprendo. Todo apunta hacia la comprensión de lo que somos. El enunciado aglutina una verdad, la de una nación que se estima desde sus ancestros, desde la originalidad del ser espontáneo, ocurrente, alegre, emprendedores, estudiosos  e inteligentes, son más con estos rasgos, son los que salvan a un país, cómo caminar sin volver atrás, entonces las dudas están a flor de piel, aun así, el paisaje está en el eco que se despliega en la experiencia de lo amado, un país, el país que anhelamos, volvamos a Éxodo de Hernández, el poema  logra que pisemos tierra para alborotar el polvo. La pluma del poeta se debate entre lo imaginario y la realidad en donde la relación va con la palabra que dice de una mirada plena con una voluntad prolija de belleza y dolor. Eso somos.

‘Cabrujerías’. Un estudio sobre la dramática de José Ignacio Cabrujas de Francisco Rojas Pozo

Por José Ygnacio Ochoa

Fuente: ivenezuela

Cuando se nos induce a creer en esta verdad,entonces el teatro y la vida son uno. Se trata de un objetivo, que parece requerir duro trabajo. Interpretar requiere esfuerzo. Pero en cuanto lo consideramos como juego, deja de ser trabajo. Una obra de teatro es juego.
 
Peter Brook

Cabrujerías de Francisco Rojas Pozo* es un estudio-ensayo, como él lo denomina.  Ciertamente es eso. Pero antes de esbozar algunas consideraciones en torno al libro debo comentarles que a Rojas Pozo, «Franco» —como le llamábamos—, lo conocimos en los pasillos del Departamento de Castellano y Literatura del Pedagógico de Maracay, iba yo con un buen amigo de estudios de pre-gado queriendo entrar a un Seminario de Teatro dictado por el propio Franco. En ese momento, él hablando de teatro y pasados muchos años después en sus últimas conversaciones fueron en torno al teatro, con esto quiero expresar que no había ocasión ni excusas para dejar de conversar sobre y para el teatro. Fue su pasión. Así lo recordamos, no puede ser de otra manera. Vivió para las artes escénicas, la literatura y un aula de clases: su eterno juego. Veamos, Cabrujerías es una amplia indagación sobre el teatro venezolano. Fundamentalmente el escrito por José Ignacio Cabrujas que en definitiva es igual porque decir teatro en Venezuela es mencionar a Cabrujas.

I
El prólogo de Verdial

     El Prólogo del libro titulado «Confesiones de un actor» de Fausto Verdial demarca el sentido de un eco que contiene la dramaturgia de Cabrujas. Verdial afirma que estar en el elenco de las piezas del dramaturgo implica una responsabilidad ante ese texto, no solo por su fidelidad al guion —letra— sino la exigencia que implica asumir cada personaje por el rigor de preparación para cada puesta en escena y por consiguiente que aflore la verdad del drama, luego el espectador disfruta de una actuación creíble. Cada palabra, cada oración tendrá la contundencia de «su sintaxis» ordenada en el texto con una significación adecuada al contenido-tema del montaje. Hagamos un paréntesis, pues lo amerita, por cuanto la experiencia actoral de Verdial tiene su sello muy característico. Un actor que le daba un ritmo, casi que musical con las cadencias precisas, cada intervención era una clase magistral de cómo debe el actor dejarse arropar por el templo de las emociones. Es la interpretación el acto genuino de corporeizar al personaje, como bien lo sugiere el término interpretar, hacer suyo el personaje, emociones, gesto, movimiento, silencios y hasta el hecho de no movilizar su cuerpo, en el teatro, eso es vivir al personaje. Como también es importante aclarar que no solo la emoción es lo valorado, esa emoción está trabajada, controlada y ajustada a un tempo que solo el actor podrá dosificar. Volvemos con Verdial, el actor, la forma de decir —su elocución— del texto no era común, insisto el ritmo era avasallante. Evidente que la preparación contaba con su arsenal de técnicas. Disfrutaba cada texto. Entonces, Verdial, un actor inteligente, se muestra con la pluma de Cabrujas, un creador de historias y luego cómo las transformaba en  la escena. Verdial entendía a Cabrujas, mejor dicho, él aprehendía las historias y su atmósfera para hacerlas suyas, luego llegarle al espectador. Por eso afirma que Cabrujas tenía toda la libertad, no solo de crear/inventar un mundo sino de crear la manera de sentirlo. Este prólogo es certero. Funciona para el que se está formando como actor y para aquel que se inicia en la escritura dramatúrgica.

                                                                   II
                                              Desacralización de las posturas

Cabrujas fue un provocador. Iba en contra de los dogmas y lo establecido o en todo caso sentía la necesidad de contar de otra manera. Conjuntamente con Román Chalbaud e Isaac Chocrón fueron, en su momento, —a partir de 1967 con la creación de «El Nuevo Grupo»— los artífices de una nueva forma de decir en el teatro venezolano. Cada uno con su estilo, pero el dramaturgo en cuestión se arraigó en los escenarios por la manera de contarlo, por el sentir un espacio en su conjunto. Pues, Rojas Pozo desglosa en Cabrujerías un primer capítulo «Caminos expresivos y escritura escénica» en donde se plantea cómo el autor estructura a sus personajes al punto que cada uno se convierte en la estampa que identifica su obra. Decir de sus personajes, es decir «los personajes cabrujianos». Personajes con sus contradicciones sociales, políticas y hasta religiosas. Leer una obra teatral del dramaturgo Cabrujas es abordar a un personaje diferente a lo que se venía escribiendo en el teatro venezolano. Se da un giro a un tratamiento casi que pictórico. No es negar lo que se hacía hasta el momento pero se encauza en otra dirección con personajes más dialécticos en su pensamiento y por consiguiente en sus accionar en la escena. Verlos en escena es otra cosa. Desglosa Rojas Pozo que desde sus inicios Cabrujas marca cuatro momentos (o etapas como las denomina Rojas Pozo) creativos en su escritura y comienza con Los insurgentes (1956) con un teatro histórico-social con mucha influencia de Bertolt Brecht (1889-1956) y su teatro épico, allí se agrupan tres piezas más —sugiero revisen el libro en cuestión—. Luego se viene una transición que la inicia con Fiésole (1967) para llegar a un tercer momento con Profundo (1971) al que Rojas Pozo en su estudio contenido en este libro, lo denomina teatro de identificación o idiosincrático, allí también se unen dos de sus piezas emblemáticas, hablamos de Acto Cultural (1976) y El Día que Me Quieras (1979) y cuarto y último momento escritural, al que Rojas Pozo llama un nuevo camino con la pieza  Autorretrato de Artista con Barba y Pumpá (1990).

Rojas Pozo profundiza en su estudio-ensayo hacia una tipología cabrujiana que está concentrada en la «multiplicidad actancial» del personaje. Éste cobra fuerza con la vigorización de: conducta, hechos y particularidades en la acción. Debemos acotar que Cabrujas escribía y generalmente montaba sus propias piezas lo que lo convierte en una fortaleza a la hora de desarrollar un espacio escénico, expresa Rojas Pozo lo siguiente: Estas elaboraciones dramáticas poseen correspondencias con la manera cómo Cabrujas sitúa su visión del personaje: como un índice de actitudes psicológicas, sociales, políticas y culturales. No puede confundirse esta concepción con la idea de una caracterización porque los personajes son ideados para contradecirse y degradarse por razones humanas. (p. 25). Es descubrir a los personajes con sus virtudes y sus debilidades. Es mostrar lo que se es en la esencia de una personalidad. Sin artificios que cubran los apetitos de los personajes, en otras palabras personajes hechos personas, seres capaces de vislumbrarse en carne y hueso pero en las tablas entre dispositivos escenográficos, música, luces y silencios actorales. De hecho Rojas Pozo menciona una expresión que creemos es significativa, habla de una dimensión fónica de los parlamentos. Y, es que, las piezas de Cabrujas contienen ese especial ingrediente que lo hacen único en su estructura. Es un componente que se une a otros, propios de una obra teatral pero sucede que le confiere a la escritura escénica (como totalidad) una combinación estrecha con los parlamentos, es la forma de decir de los personajes.

III
Antecedentes y configuración de su signo

Lo anteriormente expuesto en relación con los personajes y el parlamento permite ahondar en el signo preponderante en las obras de Cabrujas y tiene que ver con la tonalidad de los personajes en la escena: la voz como recurso, el sonido de lo profundamente humano. Es lo único. Lo que queda: la palabra sonora, la dicha, la que transmite un sentir —dolor o alegría— en un momento determinado. Por eso podríamos comprender  a los directores de actores. Rojas Pozo prosigue en su estudio-ensayo con el análisis del «Teatro, historia e ideología (a la sombra de Bertolt Brecht)» (pp. 45-65) un largo recorrido por los antecedentes del teatro venezolano desde César Rengifo, Alberto de Paz y Mateos, Juana Sujo, la creación de agrupaciones profesionales como «Rajatabla», «Grupo Theja», «Sociedad Dramática de Maracaibo»,  entre otros. Rojas Pozo da cuenta de una profunda investigación producto de una pasión, en principio, que se traduce posteriormente, en una respuesta y en un conocimiento por las artes escénicas de su país, Latinoamérica y el mundo que le motivan a viajar a otras latitudes para ampliar su bagaje intelectual.

La conformación de un signo característico de la obra de Cabrujas se dibuja en este estudio-ensayo. Así lo demuestra Rojas Pozo: Los signos dramáticos en Cabrujas […] tienen la virtud de reactualizarse en el tiempo de la representación… (p. 47). Creemos que más claro no puede ser. Allí se concentra la importancia de la escritura de José Ignacio Cabrujas. Luego, más adelante Rojas Pozo perfila y resalta la presencia de personajes como Pío Miranda —Fausto Verdial— de «El Día Que Me Quieras» donde Cabrujas la dirige y en ocasiones actúa sustituyendo al propio Verdial. Personaje que se mantiene en el tiempo. Personaje  utópico por su tratamiento. Cabrujas logra ese salto en la historia, pues le confiere su carácter de contemporaneidad. Así sucede con los personajes y las historias de las obras teatrales del dramaturgo. Cada una va en ascenso con la visión del contexto histórico que adquiere su mixtura con el carácter de los personajes.

Rojas Pozo avanza en su estudio-ensayo y plantea en el capítulo «Cambio, transición y camino» (pp. 69-78) el análisis de «Fiésole»,  pieza que se descubre como: El drama de la incomunicación se coloca en el lugar del discurso político. La situación carcelaria es el motivo para organizar el caos de la existencia. Es otra visión, otro giro en el tratamiento de la temática abordada por Cabrujas. La influencia de Samuel Beckett con «Esperando a Godot» es determinante. Un capítulo dedicado totalmente a «Fiésole» que amerita su lectura detenida por  cuanto Rojas Pozo detalla su estructura significativa: parlamentos en tanto palabra, frase u oración como sonoridad en la escena. Es una nueva posición estética como lo plantea Rojas Pozo: un nuevo signo. Con el lenguaje como prioridad, siempre el lenguaje puesto en boca y transparentarlo en alma del personaje. En el capítulo denominado «Teatro idiosincrásico» (pp. 79-116) vuelve la mirada a un núcleo temático y reúne las obras: Profundo, Acto Cultural, El Día Que me quieras, Una Noche Oriental y El Americano Ilustrado, alude Rojas Pozo al componente expresivo y el carácter significativo de las piezas. No es menester detallar cada obra porque abortaríamos las Cabrujerías de Franco. Allí están los signos, abordémoslos. Boguemos en ellos. La última parada o capítulo «El camino de Reverón» (pp. 117-126). Lo visual y lo espectacular está contenido en esta puesta Autorretrato de Artista con Barba y Pumpá  ejecutada por el «Grupos Theja» bajo la dirección de José Simón Escalona y protagonizada por Fernando Gómez (Armando Reverón) y Juan Carlos Gardié (Psiquiatra). Aquí no concluye el camino, apenas comienza.

  IV
Una suerte de epílogo

Todo lo dicho es producto de la lectura del libro Cabrujerías de Francisco Rojas Pozo, lo que nos motiva a invitarlos a que lean este estudio-ensayo. Manifiesto con esto que: da para indagar, da para investigar, da para pasearse por el teatro venezolano y proyectarse en otras ideas. Da para reflexionar sobre el teatro venezolano, insisto en ello,  y por consiguiente da para pensar sobre la literatura en general, pues creemos que teatro y literatura confluyen en algún espacio de las letras y la obra de José Ignacio Cabrujas —actor, escritor y director— es producto de interminables lecturas como de preocupaciones por lo social, por lo cultural e intelectual (hablamos de la inteligencia de un ser común). Lo comentado se traduce en la preocupación por su país. Son 137 páginas de Cabrujerías, todo un documento para disfrutarlo porque contiene el tono ensayístico que permite la conciliación entre un país y su literatura creativa: el sello cabrujiano es el lenguaje.    

*Cabrujerías. Un estudio sobre la dramática de José Ignacio Cabrujas de Francisco Rojas Pozo. Universidad Pedagógica Experimental Libertador/Maracay, Centro de Investigaciones Lingüística y Literarias «Hugo Obregón Muñoz», 1995.

XXVII Jornadas Nacionales / Internacionales de Teatro Comparado

Martes 30. 15.00 a 17.00 / Mesa de ponencias. Hora Argentina. Buenos Aires. […] *J u a n M a r t i n s (Estival Teatro, Venezuela): «Pessoa, un teatro de lo imposible”/ Progamación: https://n9.cl/gy8ak / Organizan: Instituto de Artes del Espectáculo “Dr. Raúl H. Castagnino” (IAE), Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Área de Investigaciones en Ciencias del Arte (AICA), Departamento Artístico, Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini”/ Encuentro Virtual: Todas las actividades se transmiten sincrónicamente por el Canal de Youtube del Instituto de Artes del Espectáculo: https://n9.cl/fy7i5 / Todas las actividades son de acceso libre y gratuito.

‘José Gregorio Hernández, pasión por la vida’.

juan martins

El actor Luis Enrique Torres, en la personificación de «José Gregorio Hernández», nos muestra esta nueva fase en José Gregorio Hernández, pasión por la vida escrita por Rodolfo Porras, bajo la dirección de Edgar Padrón/Carlos Arroyo me sugiere, por antonomasia, hablar del actor Luis Enrique Torres, venido del teatro, de un teatro heterodoxo y ahora nos muestra en este unitario su capacidad de inducir la dicción como principal signo de su expresión, cuando ésta es llevada bajo la cadencia, el ritmo, el tono y la proyección. Todo, cualidad del teatro, de su impronta en trato con su producción, diríamos, de su poética. Estaría presente porque nos dice de este actor y de cómo conducir esa relación semántica en la que pertenece el público. Quiero decir que su cuerpo nos induce también el propósito de las escenas: candor, ascenso espiritual en orden con lo conceptual, cuando es la voz quien conduce la proporción audiencia-actor-personaje, sin que por ello se pierda la noción de conciencia que exige el personaje por todos conocidos. Es decir, sin ir más allá de una postura ideológica o religiosa es la dicción quien determina el discurso. Desde allí el cuerpo nos signa, su significado trasciende de lo icónico. Como se entiende, el público identifica el mismo, lo tiene asimilado en ese nivel del discurso teológico. La propuesta se cierne en la calidad, además de religiosa, conceptual y científica. De este modo la cadencia, sobre la determinación de la voz, quiere subrayar las ideas de éste y, desde esas ideas, registrar la conexión emocional: elaborar la memoria, el sentimiento, el sosiego y, al cabo, la naturaleza de aquel personaje. Todo en catorce minutos, Todo desde la emoción o en su figuración histórica, puesto que representa la modernidad del país. Y tal compromiso social no reduce, como decía,  su postura a lo estrictamente religioso en menoscabo de lo intelectual. En ello, insisto, la dicción, el decir, lo narrativo o la elocución determinan el signo, su significación y, en consecuencia, la corporeidad que le confiere el actor. Aquí mi propósito, desde mi humilde postura de espectador, y a veces limitada, desea acentuar el plano actoral en tanto a la instrumentación teatral que ejerce y, por otra parte, he conocido en sus trabajos. Contundente, afirma y sostiene lo aprendido en la envoltura de lo teatral. Si entendemos que esta aprehensión de lo teatral ha comprometido su instrumentación de la voz. Su dirección artística no se ha equivocado en tomar de aquél una de sus fortalezas. No obstante la enunciación del actor se comporta como signo que desarrolla la representación. Me basta con sólo utilizar un poco la imaginación y pensar que estoy en una sala de teatro de cámara. Allí estaría resuelto sobre esa dinámica de significación. Su director (léase Arroyo-Padrón) no tiene mayor pretensión, se concentran, y hacen bien, en el potencial de ese recurso hacia la dimensión de las imágenes edificadas. Y a partir de allí determina su poética. Sigue leyendo

Memoria: desvanecimiento poético

juan martins

Sabemos que la experiencia del actor transfiere la emoción en aquella estructura de la escena. En el caso de la intención épica, como corresponde a la obra La furia y el viento de Pacho O´Donnell  y dirigida por Sergio Ossés, se consolida en los aspectos históricos expuestos, los cuales encajan en el espectador a partir de su referencia: el contexto socio-político al que pertenece se actualiza al interpretarse desde la puesta en escena, puesto que toda representación cumple esa función en la noción del quien ve, ve la palabra y el sentido de lo que quiere significar, por lo que las ideas conforman esa dialéctica del lenguaje: quien ve, mira la historia, su relación con la sociedad y, por ende, las ideas del autor hacia esta prospectiva de la historia. Teatro dentro del teatro, la historia escenificada a modo de encontrar en ese lenguaje dramático aquella exégesis del tiempo y la historia: un hombre vetusto, en caída de su noción histórica y humana, cita la sinopsis: «En la mente Rosas (Juan Manuel Rosas) está en Southampton, Gran Bretaña, esperando la muerte y la redención a través de su memoria». La memoria es signo y noción hacia la construcción de esa poética  El hombre piensa (sobre el abismo de la historia) y su teatro es el espacio de esas ideas. Ideas que se conforman en la necesidad del espectador. El teatro épico tiene ese objetivo, no sólo por lo pedagógico, sino por aquello que desea hacer sentir ante su público. Y este sentir se relaciona con la emoción. La fábula (lo escrito en tanto texto dramático) es leído por los cuerpos que participan: el actor, el director y su público. La emoción entonces se consolida, es decir, las ideas políticas, históricas e ideológicas adquieren su teatralidad y se sobreponen a un propósito mayor: el lenguaje del director. Siendo así el tiempo y el espacio escénico ordenan la representación, donde el público elabora el resto: interpretar, ya se sabe, de aquel encaje fábula/escenificación su correspondencia histórica. Sin lugar a dudas su director lo logra, puesto que la emoción del actor, Sergio Oviedo, se conduce desde y hacia la racionalidad del espectáculo: interpreto aquella noción histórica a partir de cómo racionalizo la emoción. Ésta, al pasar por la razón, deviene en palabra. Y el actor la recrea a través de su dicción: la historia también me pertenece cuando logro identificar las aristas de aquel componente emocional por medio del cual el actor «mueve» en mí su propia sintaxis. Es decir el desasosiego del personaje se corresponde todavía con mí necesidad emocional, cuyas sensaciones producidas me agregan a la representación del dolor, el desamor, la deshonra y el desasosiego propiamente dicho. Se racionalizan las sensaciones donde significante y significado se reúnen con la puesta en escena: Rosas signo que a la vez produce significado, pero desde las sensaciones orgánicas del actor, de su capacidad de proyección de la voz y  de su síntesis corporal al generar movimiento y desplazamiento. Qué se dice, no importa tanto como el cómo. Sí, es cierto, lo idiosincrásico es parte de esa estructura. Sin embargo el público no quiere leer historia, sino mirar la escena que le genere goce por acabada. Así pues, la sensación es el canal de esa corporeidad: el cuerpo del actor se alinea a mis sentimientos, siempre que éstos atraviesen aquella racionalidad la cual es incorporada por el hecho poético de la propuesta: actor-director en la plena de la edificación artística de su oficio. Me detengo aquí, la escenificación diseñada por Sergio Ossés: el trabajo de las imágenes, la transparencias de las columnas a modo de pantalla, en la que la secuencia de aquellas imágenes inducen el relato que registra las sensaciones del espectador en esta sintaxis del relato. Y dichas imágenes envuelven a la audiencia, sí, pero cumpliendo su función connotativa: la disposición de la memoria. Decía que el relato me corresponde para este estadio emocional cuando el actor, Sergio Oviedo, se apoya en la dicción. La dicción, desde los cambios de registros, sostiene la tensión del drama, al tiempo que no pierde la noción del ritmo: la proyección de la voz en simetría con el desplazamiento, el movimiento, la mirada y el rostro acentúan la atención de la audiencia. La acción descansa entonces en la formalidad del discurso: la cadencia y el ritmo en formalidad con el relato (la anécdota de la puesta en escena): imagen-cuerpo-dicción ordenando a su vez lo que se quiere decir del personaje como aparato histórico, aun así, por encima de todo se alcanzan aquellas sensaciones: el cuerpo dice porque dicho relato se hace cuerpo en el actor y con éste el público (la actualización del drama) lee la historia. Sigue leyendo

Juan Martins descifra el alfabeto de Gonçalo M. Tavares

Por Juan Alfonso Guerrero

Sin título

Gonçalo M. Tavares

Por gusto y oficio voy detrás de los libros*. Cuando llega uno a mis manos me fijo en su rostro, el color de la piel, su olor, peso, textura. Miro una vez y otras en el estricto orden de sus palabras y en la inscripción original. Comienza entonces una relación siempre especial y, por qué no, de encanto. Mi más reciente encuentro ha sido una  grata sorpresa: un libro que, por una de esas coincidencias propias de lo literario, se me ha presentado en cuerpo y alma. Sí, se tomó la molestia (el libro) de encontrarme, colocarse en mis manos, de la mano de su alma corpórea: su autor también. Me ocurre por vez primera, y no deja de sorprenderme. En un primer instante no me percaté, pero llegó anticipadamente mucho de lo que, más adelante, encontraría al frecuentar su lectura. Se trata, digámoslo ya, de Gonçalo M Tavares: El Secreto de su alfabeto del poeta y dramaturgo venezolano Juan Martins. Tal encuentro ha dado origen a una rica conversación a tres voces,  Martins oficiando de amigo común entre Tavares y yo. Al comienzo solo escucho, intento descifrar las voces. La de Tavares resulta asombrosa  y, en consecuencia, me centro en la de Martins, aguzo la vista y el oído, y con ellos todos mis sentidos, algo demandante hay en el diálogo que comienza. Una primera constatación, no por evidente menos importante: Tavares habla otra lengua, habla en portugués. ¿Será acaso la razón de mi dificultad para comprenderlo? A pesar de las cercanías propias de nuestro mundo del Siglo XXI, Babel aún nos separa, pero no tanto como antes, Martins se toma el trabajo de demostrarlo. Su texto está inspirado en un claro empeño: acercarnos al  alfabeto de aquel otro escritor bien particular, que a sus cincuenta años tiene una extensa obra literaria que goza de gran reconocimiento.  Para lograrlo, Martins, se introduce desde las primeras líneas en el juego de la palabra de Tavares, sin dudas, sin prevenciones,  asumiendo una perspectiva lúdica, siguiendo el tono y el ritmo que marca el destacado autor portugués. La sintonía puede haber tenido al comienzo fundamento en las raíces comunes. Ahora es consciente, voluntaria: insisto, Martins asume el reto de vibrar a la  frecuencia de Tavares,  ser uno más del «Barrio y los Señores», participar en el proceso de trasmutación, asimilación y enriquecimiento que plantea Tavares en cada uno de sus textos.

De acuerdo con todo lo expuesto, Martins, en un primer capítulo de reconocimiento de coordenadas, define su ruta de aproximación a Tavares: la concibe desde una perspectiva abierta, intuitiva, evitando los prejuicios de la teoría y la ortodoxia crítica, pero sin renunciar a un exigente nivel de rigor intelectual. Considero uno de los aciertos fundamentales de esta investigación el abordar en todo momento al escritor desde la doble faceta de lo personal y lo literario: el hombre, sus circunstancias, su obra. De esta manera, para los menos familiarizados con Tavares, se facilita el encuentro con su escritura a través de la proximidad y el conocimiento de la «subjetividad» del hombre que constituye el «cuerpo» generador de su creación literaria.

   La estructura del texto de Martins tiene una virtud didáctica. Comienza por  mostrarnos los fundamentos, los hilos conductores de la obra de Tavares: continuidad de la tradición de vanguardia en lengua portuguesa iniciada con Pessoa, «corporeidad» de la palabra imbuida de lo urbano, intransitividad del verbo: juego y ruptura de lo convencional del género, ritmo y cadencia de la frase, austeridad y concentración de la construcción sintáctica, fragmentación aparente del discurso o de la intertextualidad trascendida al grado de la transmutación, el compromiso moral con el hombre y la vida, aislamiento o paciencia como virtudes personales que aquilatan la escritura. Finalmente, un rasgo de particular importancia al momento de resaltar a Tavares: la conciencia desde el propio comienzo de su carrera como escritor del ambicioso horizonte de su proyecto literario. De un sentido orgánico, de totalidad que lo ilumina y soporta, le aporta entonces fuerza y coherencia, manteniendo la frescura y vitalidad, por ya casi veinte años, de una obra extensa e importante, aún en construcción. Luego de sentadas las bases de valoración conceptual,  Martins se remite de forma ordenada a la obra. A cada uno de sus principales escritos, para ir tratando en los capítulos siguientes, con un criterio de orden que parte de la ubicación temporal del texto en referencia dentro del conjunto de la obra, pero al mismo tiempo con la flexibilidad que permite al lector apreciar la evolución e integración del mismo en el «árbol unitario» que constituye la densa obra de Tavares. Al final de cada capítulo unas sustanciosas y sapientes notas permiten a Martins participar con el gozo de lector, privilegiado en una experiencia de  creación e indagación artística y literaria de carácter integrador. Lector y autor se integran en este ensayo.

     No estamos en presencia de un texto fácil o complaciente, más bien de uno retador. No podría ser de otra forma a fin de mantener la coherencia con su objeto, la obra de uno de los escritores de mayor prestigio y proyección en la literatura europea contemporánea. El lector que asume el reto planteado por Gonçalo M. Tavares: El secreto de su alfabeto, seguramente va a experimentar una sensación de vértigo al asomarse a un paisaje literario rico y complejo, que va paseándose por los géneros, desde la lírica a la narrativa, desde el drama al ensayo, sin detenerse o identificarse con ninguno, dejando al lector la libertad y el trabajo de interpretar el «alfabeto» de raíces portuguesas, convertido ya en palabra de resonancia universal. La visión panorámica que logra construir Martins permite al lector asomarse a textos fundamentales de Tavares como el inicial Libro da Dança, Un viaje a la India, Una niña está perdida en el siglo XX, Historias Falsas, Los Señores, O torcicologologista, excelencia y finalmente Jerusalém, espoleando la curiosidad del lector que busca sin temor nuevas experiencias literarias, beber en «fuentes desconocidas» que lo acerquen al sentir de la nueva contemporaneidad.

    El ensayo de Martins es denso, requiere de una lectura reposada: de esta manera también nos aproxima al ritmo que requiere Tavares: la disposición de ánimo, la tensión del intelecto y atención de los sentidos necesarios para disfrutar de un manjar novedoso y exquisito. La presentación de pasajes en su idioma original puede representar un aparente reto adicional, pero más bien constituye, a mi modo de ver, una invitación a la experimentación, a la aproximación al «alfabeto novedoso», que por su singular naturaleza, adquiere un carácter universal, dotado de una especial inteligibilidad para el lector que logra franquear los primeros límites y entra en esa relación de lector-amigo-creador con la cual nos invita, bajo la complicidad de Martins, a la aventura de  conocer al genial autor portugués.

Nota:

* «Gonçalo M. Tavares: el secreto de su alfabeto»/Juan Martins/1ª edición: ©Ediciones/Estival 2019. Colección El vitral de Duchamp nº 5/Diseño: Ediciones Estival & Asociados/©Fundación Instituto Portugués de Cultura/©Instituto Camões Portugal. Ministério Dos Negócios Estrangeiros.

La nona puede devorarnos a todos

Edgard Moreno-Uribe

La Compañía Regional de Teatro de Portuguesa lleva más de 25 años de labores útiles para el desarrollo de las artes escénicas en su región y en Venezuela. Ignorar su aporte es una mezquindad que todavía no se práctica ni en los medios de comunicación ni en el sector gubernamental, pero de repente insurgen por ahí gentes con patas de cochino que sí lo han intentado, infructuosamente.

Mientras tanto, Carlos Arroyo y su gente, pensando siempre en la culturización de su comunidad, han llevado a la escena una pieza emblemática del teatro argentino, La nonna (1977) de Roberto Cossa, versionada y dirigida por Aníbal Grunn, con la cual hacen una primera temporada de tres semanas en el Complejo Teatral de Occidente Herman Lejter, en la capital portugueseña.¡En la puerta del llano florece la cultura… como siempre ha sido!
Roberto (Buenos Aires, 30 de noviembre de 1934), líder de la nueva generación de dramaturgos realistas, tiene en su haber piezas como Nuestro fin de semana, El viejo criado, Tute cabrero, Ya nadie recuerda a Frederic Chopin y Yepeto, además de La nona. Es de los que predica “que hay que hacer un espectáculo que haga reflexionar pero nunca aburrir, porque un espectáculo bello, que trate el tema del amor, puede hacer reflexionar tanto como un teatro político».
Y es por eso que La nonna es el mejor ejemplo del teatro que entretiene y al mismo tiempo enseña lo que no conviene hacer, lo que es nefasto para el colectivo y mucho más cuando la situación socioeconómica ha llegado al límite.
La nonna, modelo del grotesco argentino, fue un arma contra la feroz dictadura militar por su discurso disfrazado con un juego escénico centrado en los siete miembros de una familia de procedencia italianas quienes luchan desesperadamente para la sobrevivencia en medio de un contexto deprimido y con severa represión de las autoridades. Era una parábola obvia, donde la nonna era el Estado devorador que pretendia digerirse a todo un país, cosa que finalmente no ocurrió porque los malos también pierden, como diría mi abuela.
Es patético ver a esos siete inmigrantes que luchan lo indecible para la supervivencia en medio de una sociedad hostil, pero no todos los hacen con dignidad, ni cuentan con suerte, mientras que unos se prostituyen y los otros practican el individualismo exacerbado, mientras que a la Nonna sólo le interesa comer y comer, mientras se van muriendo cada uno de sus parientes, sin importarle el resto de la familia. Una muestra de que el capitalismo no es nada humanista y que es la destrucción del genero humano.Y cualquier sistema politico que use el poder del Estado para abusar de los ciudadanos y los use en su beneficio personal.¡Bravo Aníbal Grunn
El director Grunn para darle mayor verismo a su espectáculo equiparó a los personajes con cada uno de los siete pecados capitales y así obtuvo una redonda y alucinante puesta en escena, gracias a que los comediantes tenían esa conducta o formato para componer su rol. La Nona (Jesús Plaza) es una conmovedora gula, Carmelo (Julián Ramos) es la ira, Chicho (Elvis Collado) la pereza, Angela (Mercy Mendoza) la envidia, María (Edilsa Montilla) la soberbia, Martica (Elizabeth Prato) es la lujuria y Don Francisco (Giuseppe Fichetti) la avaricia.
Un verdadero reto actoral, logrado en un elevado porcentaje, que no deja nada para la imaginación del público que sale conmovido de la sala. ¡Y eso se hace a seis horas por carretera de Caracas!¡Guanare da el ejemplo!
Más del autor:

Dos Razones para ir a San Martín

Luis Alberto Rosas

La marquesina actual del teatro San Martín de Caracas, exhibe dos extraordinarias ofertas para disfrutar de buen teatro venezolano: Segundo Padre, en su Sala Principal y El contrabajo, en la Sala TextoTeatro, sendas propuestas que hablan muy bien del intenso trabajo que los profesionales del arte escénico venezolano realizan amén de las dificultades de producción.

Padre nuestro de cada día

El ingenio del dramaturgo venezolano Gustavo Ott no tiene límites y gracias a su equipo de trabajo han ideado el proyecto denominado Padre, en el cual un grupo de dramaturgos se reunieron a desarrollar sus propuestas dramáticas en torno a un mismo tema: la figura paterna. Lo particular del asunto estriba en que todos deben partir de un mismo personaje, en este caso el padre de nombre: José. En 2007 se estrenó el primer ciclo y esta vez asistimos a la concreción del «Segundo Padre» con tres piezas escritas por: Luis Mario Moncada (México), «El Testamento de José»; Patricia Suárez (Argentina), «La Rosa Mística» ; y Gustavo Ott (Venezuela), «Notará que llevo un arma» en un solo espectáculo llevado a cabo por el director mexicano invitado: Marco Vieyra e interpretado por los actores: Luis Domingo González, Susana Varela (actriz invitada del CELCIT-Argentina), José Gregorio Martínez, David Villegas y Jennifer Morales.

El proyecto resulta de sumo interés ya que se involucran varios escritores iberoamericanos (en total 13 hasta ahora) a reflexionar a través de sus textos acerca de una figura tan particular y representativa de la familia iberoamericana como la figura paterna en sus distintas caracterizaciones y lograr presentar las distintas caras de ese pilar familiar, que sin duda alguna deja huella en todo ser humano. En este sentido el espectáculo que se concreta en este segundo ciclo, nos pasea por tres padres en facetas disímiles: una es el José fallecido (El testamento de José) aquel padre taciturno y aparentemente seco, que juzgó y manejó la vida de sus familiares a su antojo y quien después de su muerte hace varias revelaciones que terminan por golpear duramente el seno familiar, logrando la desestabilización aun en el más allá. La segunda propuesta (La Rosa Mística) toca la idiosincrasia religiosa de nuestros pueblos; en este caso el José, tocado por la divinidad a través de La Virgen de la Rosa Mística, ha sido seleccionado para que sea él donde se obre el milagro de verla llorar. Un hombre incrédulo hasta ese momento revoluciona su familia convirtiéndose en fervoroso cristiano y dejando de atender sus responsabilidades como padre, esposo, hombre, amante para entregarse a la fama y reconocimiento que esto pueda traer, para al final conseguir su propia destrucción al desmontarse su ficción y reconocer su enajenamiento religioso. En el tercer texto Notará que llevo un arma, Gustavo Ott hurga en lo más bajo de las relaciones familiares y nos presenta un aberrado José, el padre indefinido, bi-sexual que violenta la intimidad de su hija para abusar sexualmente de ella durante su infancia y mostrarnos de una manera muy cruda una realidad innegable en muchos hogares iberoamericanos y su debate entre ocultar su desviada forma de vida o desaparecer en compañía de un travesti de pueblo.

La inteligencia de Vieyra como director, se concreta en su correcta dirección de actores y su arrojada puesta en escena, un espacio bi-frontal con los elementos necesarios para jugar a recrear junto al espectador las tres piezas de una forma creativa y gustosamente contemporánea, donde se rompe el espacio escénico, para aprovecharlo al máximo y se multiplica en muchos, permitiendo al público crear en su mente los distintos espacios de ficción donde se desarrollan las tres historias. Una puesta dinámica, llena de ritmo corporal y plena de simbolismos le permiten al director, sin ninguna «espectacularidad» enganchar al espectador sin dejarle descanso hasta el fin, haciéndolo cómplice casi voyeur de las intimidades de estos grupos familiares.

Creemos que el hallazgo de este espectáculo sin duda alguna está en la conjugación de la dramaturgia y cómo ésta es leída tanto por los actores como el director, quienes concretan una extraordinaria visión artística, dinámica, contemporánea, profesional, divertida y a la vez contundentemente dura que habla del compromiso de este grupo de artistas teatrales.

Por su parte los actores impactan por sus caracterizaciones y transiciones de un personaje a otro, dúctiles, maleables, dan muestra de la sapiencia de su oficio y la correcta directriz de un arrojado director, para lograr conmover y atrapar sin ningún artificio, más que sus cuerpos, voces y emociones a un público caraqueño ávido de buen teatro que en este caso no dudará de levantarse de sus asientos para premiar el talento y la inteligencia de este grupo de profesionales del arte escénico latinoamericano.

El tormento de un contrabajo

Patrick Süskind vuelve a la escena venezolana, esta vez de la mano de la agrupación Amarcord Teatro, bajo la égida de la primera actriz Maria Teresa Haiek, quien junto a su actor Jesús Miguel Das Merces, dan vida a la atormentada historia de un músico encerrado en su cápsula insonorizada, atrapado por la enajenante relación que lleva con su instrumento: el contrabajo. Sigue leyendo

¡Los Odiosos del Sur!

Carrlos Rojas

En un mundo de sueños todos somos dioses.

Vicente Lira.

Hace poco vimos la regresión del perseverante José Domínguez quien acaba de estrenar Los Dioses del Sur de Vicente Lira; enmarcada dentro de la Primera Muestra de Dramaturgia Nacional en homenaje a Gilberto Pinto. Los rumbos de la historia nacional del teatro están dando giros determinantes con las escrituras de Carmen García Vilar, Héctor Castro, Roberto Aguaje y del propio Lira. Este hecho será también determinante para el Rajatabla, pues este grupo pone los ojos en desconocidos dramaturgos, lo cual considero un gran aporte para la promoción de los inexplorados escritores, que enfatizan todas las proclamas renovadoras, que tanto necesita nuestro estéril Teatro Nacional.

Los Dioses del Sur, es una obra de humor oscuro, con ráfagas de ocurrencia en el que Domínguez nos hace cómplices de su mirada feroz e irónica. Además tiene como intérpretes a unos insólitos individuos del cementerio del Sur. Es un melodrama antisolemne, desaforado y gozoso que termina con una excesiva coreografía a loThriller y con un inadecuado falso final feliz. Manejada con tono tragicómico en las secuencias más perturbadoras, donde los objetos cotidianos tienen otra connotación y el misterio aflora: Rodolfo Contreras, un joven que desea enterrar a su tía, una famosa actriz de telenovelas. Este modelo narrativo de dramatización en apoyo del cariz claramente humorístico es un recurso inseparable de la obra de Lira. Para conseguir mayor dinamismo y transmitir con facilidad el mensaje, su autor inventa una historia con personajes que vehiculan todo nuestro descubrimiento de este submundo, uno de los menos comunes y aceptables del altiplano. A través de estos odiosos interlocutores se nos muestra rivalidades y diferencias marcadas entre distintos grupos sociales del país. Domínguez hace evidente que la ingenuidad y necesidad llevan a Rodolfo a la enajenación están ligados a represión causada por su beatería, así como por sus aspiraciones de ser un burgués, perfecto y recto.

Por otra parte, Domínguez crea una atmósfera claustrofóbica, alucinante y enfermiza ayudado por la estupenda escenografía de Héctor Becerra; los precisos claroscuros de la iluminación de David Blanco y el eficaz vestuario de Rufino Dorta. Escenario ideal para que Rafael Marrero resplandeciera; aunque la concepción de su personaje convendría estar en otro plano actoral para diferenciarse de los demás y así la historia tendría una unidad de continente y contenido, que ahora no posee.

El único problema que presenta la puesta de Domínguez, es la infame musicalización y la coreografía que interpreta las escenas; ridiculiza el ritmo de los personajes, la cual resulta reiterativa y sobrante a la iconografía, el número de la salsa, quizás sea el más cargante de toda la pieza; un defecto que también se instaura como costumbre en el modelo de dirección teatral venezolano.

Sea como fuere, y a pesar de las restricciones creativas y las escasas oportunidades de crear un teatro más personal, estableciéndose a través de algunos de sus mejores colaboradores, como el elenco solvente y correcto de actores con los que suele trabajar; donde sobresalen espléndidamente Simona Chirinos y Pedro Pineda, que le dan una cierta continuidad a las creaciones del Rajatabla. Celebremos; pues, sus 37 años.

Especial para el Diario Vea