LA MIRADA AUSENTE, LA ESCENA ANDANTE

El Teatro Portugués: una lectura

**Alberto Hernández**

Gil Vivente

 

    1.-

 

¿Nos dice algo el nombre Gil Vicente? ¿Qué puede aportarnos cuando nos acomodamos en la butaca y comenzamos a despejar la escena de un teatro poco conocido para quienes vivimos en América, pero sin duda alguna para muchos portugueses que viven tanto en la península como en las Islas? ¿Qué de familiar guarda este hombre con la cultura lusitana?

Gil Vicente es un nombre antiguo pero revelador. Es un hombre de teatro de muy vieja data considerado como uno de los iniciadores del drama portugués. Aquellos tiempos no eran de unidad geográfica y política nacional: Salamanca era el centro de la cultura de la península, ciudad que competía con Alba de Tormes. Portugal era una costilla. Parte de la poderosa Castilla. Era, Salamanca, considerada, ciudad castellana, como la capital literaria de España.

Aún los recientes pasos de Rocinante se sentían en los alrededores de esta portentosa geografía.

Desde la Corte de Portugal, el dramaturgo dejó estos títulos, entre otros:

Monólogo del vaquerizo (1502)

Auto pastoril castellano (1502)

Autor de los Reyes Magos (1503)

Auto de San Martín (1504)

Auto da barca do Inferno (1518)

Auto da barca de la gloria (1519)

La Comedia del viudo (de dudosa fecha: 1514 o 1524)

Tragicomedia de Amadís de Gaula (1533).

Había nacido en 1465 y dejado de existir en 1536, luego de hacer reír a muchos de sus contemporáneos. Sus temas, basados en la ironía para atacar los abusos de poder y la hipocresía, sin adornos, eran considerados como el fundamento de  un verdadero hombre de teatro, toda vez que con sus temas desempeñó todos los roles: autor, director y actor de sus propias creaciones. Su desaparición dejó un profundo vacío. Portugal pasaba por graves problemas económicos y el silencio en la Corte suscitó la despedida de una época luminosa. El país había perdido mucho terreno en sus conquistas terrenales. No obstante, tímidas expresiones entran y salen de ese gran proscenio dejado vacante por Gil Vicente. El siglo XVI moría con él.  A partir de ese instante, Portugal despierta del sueño y se deja seducir cierto tiempo por los nombres de Chiado, Jerónimo Ribeiro, Antonio Prestes, y luego por la aparición casi milagrosa de Antonio Ferreira con su «La Castro», donde se prefiguraba el inicio de la tragedia escénica como signo local.

No obstante, la llegada de los problemas a Portugal de esos días imposibilita que el teatro continúe su carrera hacia el futuro, puesto que su fuerte atadura castellana en 1580 la hace más vulnerable. España tenía la palabra, el teatro era la voz cantante de un poder instalado en Castilla.

2.-

Sujeto al dominio español, el teatro portugués, sobre el lomo del siglo XVII, era tan español que sólo tenía como rostro el del lusitano Francisco Manuel de Melo, quien con su «El hidalgo aprendiz» salvó (es un decir) la voz de sus paisanos. El resto de sus obras fue escrito en castellano. Por esa misma ruta estuvieron Joao de Matos Fragoso, Jacinto Cordeiro y Manuel Freire de Andrade. El latín fue un travesaño incómodo por la presencia de obras de los jesuitas. Los curas eran enemigos del teatro mundano, de manera que escribían unas tragicomedias para borrar el teatro anterior que de alguna manera había asomado la cultura lusitana. Para sorpresa de los hoy estudiosos, fue la ópera italiana la que vino en auxilio (es otro decir) de la escena portuguesa. Gracias a sus escenografías, a sus hiperbólicas representaciones, el teatro de Portugal asomó de nuevo su presencia irreverente y burlona, más que las del ya olvidado Gil Vicente. Así, Antonio José de Silva montó la ópera el «Judío», para salvar de la mano invasora el teatro que casi no existía en ese pedazo de tierra peninsular.  Un Manuel de Figueiredo, quien producía piezas sin descanso, creó un drama afrancesadamente burgués, quizás basado en el eco de Diderot o Sédaine. Pero la Inquisición se encargó del «Judío»: quemó la obra y encarceló a su autor, quien murió entre rejas. ¿Qué mejor historia para continuar con la idea de un teatro trágico? Obstáculos, trampas, un camino empedrado contra el teatro nacional: sujetos entronizados en una corte corrompida, procuraban el crecimiento de la ópera italiana, que no decía nada de lo que acontecía en ese país. El mal gusto siguió su curso a través de escenas vulgares sustentadas en el mencionado «teatro cordel». Muestras satíricas de fácil digestión, para hacer reír, de un sujeto llamado Nicolau Luis, así como de otro esperpento conocido como José Daniel. Afrancesados ambos, sólo era portugués el idioma que usaban para distraer a los cómodos espectadores. Para destrabar el proceso, Garret, quien trazó la ruta del teatro como prólogo en el «Auto de Gil Vicente», quien con su drama «Un auto de Gil Vicente», escrito en 1838, quien resolvió tomar de nuevo el camino que había dejado marcado el casi olvidado dramaturgo lusitano. En «Fray Luis de Sousa», Garret establece los patrones de la tragedia de otros tiempos, pero que no perdió su calor, su elegancia, los avatares humanos que le dan al teatro un carácter moderno. Pero Garret igualmente quedó fuera de juego. Su trabajo, su fervor, fue desechado por quienes los calificaban de convencional. De manera que el romanticismo, tan tardío como el que llegó a las costas de la América de habla castellana, se mantuvo hasta los últimos estertores del siglo XIX, con representantes como João da Câmara, Marcelino Mesquita y Henrique Lopes de Mendonça. Con éste último aparece el llamado Teatro Libre con rasgos naturalistas. Pero con el bastón francés de André Antoine. Con esta nueva travesura creativa, no tan alabada por la crítica, aparece un dramaturgo bastante sólido, Manuel Laranjerira, pero la muerte lo encontró muy joven. Satírico, apareció Ramada Curto, un creador de sátiras costumbristas, pero que no profundizaban en la añeja y tortuosa cultura portuguesa.

3.-

Fue el naturalismo la nueva savia del escenario. Largo fue su dominio entre la comedia popular y de costumbres, los dramas locales, psicológicos, así como de crítica política donde prevalecía el enfoque social. Nombres varios se hicieron presentes en este fondo del tablado: Carlos Selvagem, Victoriano Braga, Alfredo Cortez, Vasco de Mendonça Alves. Luego, entrados los años 30, Armando Vieira, Pinto, Olga Alves Guerra, António Botto y Joaquim Paço d’Arcos. Ellos fueron parte de la caída del naturalismo, la crisis de este movimiento, enfrentado al simbolismo de Antonio Patricio (1878-1930), una expresión rica donde el verso y la prosa jugaban papel relevante, sobre todo en la tragedia «Don Juan y la máscara», una fábula dada a conocer en 1924. También es preciso mencionar a Raul Brandão, quien contribuyó con la desaparición del movimiento anterior.

Más tarde, , en 1934, Alfredo Cortez estrenó «Gladiadores», una suerte de guiño al expresionismo. Por su parte, Antonio Botto volvió con «Canciones», drama poético. Luego, Carlos Salvagem puso en escena una farsa titulada «Dulcinea o la última aventura de Don Quijote», en 1944.

Pero fue en 1946 cuando el mundo teatral lusitano decidió experimentar con el Teatro-Estúdio de Salitre, cuyo ejemplo trajo seguidores en El Pátio das Comédias, Los Teatros Experimentales de Lisboa y Porto. Con esta aventura, el teatro portugués se deshizo de las caducidades heredadas. Así, aparecieron los nombres de Almada-Negreiros, Branquinho da Fonseca, Joao Pedro de Andrade, pero con más fuerza y solidez José Regio. Fueron los innovadores. En este escenario, estuvieron presentes algunos narradores como Alves Redol y Romeu Correia, y los poetas Jorge de Sena y David Mourao-Ferreira. No se puede dejar de mencionar la presencia inequívoca de autores como Pedro Bom, Costa Ferreira, Luiz Francisco Rebello y Bernardo Santareno.

4.-

«El estremecimiento de espanto y conmoción ante el misterio abismal de la condición humana que la inunda, le confiere un dimensión existencial que de una manera muy curiosa la aproxima a la problemática en que los hombres de nuestro tiempo nos vemos hoy envueltos», afirma Luiz Francisco Rebello en el prólogo del libro «Teatro contemporáneo/Teatro Portugués» (*), de donde tomamos todos los datos de esta nota, acerca de Raul Brandão (1878-1930), y en efecto fue Brandão quien se reveló como el autor trágico más relevante de la escena lusitana. Trabajo donde la sátira y la vieja farsa hacen juego con la tensión que el espectador muestra mientras es testigo de los conflictos que se suscitan sobre las tablas. En tal sentido, se menciona la pieza «El loco y la muerte» (escrita en 1923 y puesta en escena en 1926), considerada la obra cumbre de este autor. Igual el drama «El jorobado y la sombra» (1928), donde en complementación con la primera mencionada el dramaturgo muestra el lado vulgar, grotesco y dramático del humano ser.

Pero ya el autor Brandão había hecho de las suyas en 1899 con «Noche de Navidad», y en 1902 con «El mayor castigo», escritas a dos manos con Júlio Brandão. También dejó escrita la tragicomedia «Jesús Cristo en Lisboa», en 1927, junto con el poeta Teixeira de Pascoaes. En 1929, un acto en escena con el título «El abejorro».

5.-

El viaje continúa. El relato, la historia del teatro contemporáneo de Portugal tiene asidero en Alfredo Cortez (1880-1946), quien es considerado otro de los grandes de la dramaturgia de ese país con piezas como «Zilda» (1921) y «El lodo» (1923). Capa alta social y prostitución se conjugan entre las dos para hacer de este autor un icono de lo que representa la síntesis de una sociedad que siempre tendrá dos miradas. Con la ya mencionada «Gladiadores» (1934), Cortez se burla de todos, los señorones y de los político como emblemas de lo que no se debe hacer.  Pieza expresionista que revela el carácter abierto de este escritor. En 1936 produce «Tá-Mar», espacio mítico marino que revela la vocación aventurera de los que tienen en el mar ruta hacia nuevos lugares. Luego «Rouge», en 1939, estrenado en 1946, obra que toca la moral social de los pudientes portugueses . Es decir, se trata de un hombre enfrentado a su época desde la puesta en escena del hundimiento de quienes se desmarcan del resto de la sociedad. Se pueden, igualmente, mencionar piezas de este autor como «A la Fe» (1924) donde la historia del país también tiene lugar. Escrito en verso, la rítmica y musicalidad del portugués le dan una riqueza expresiva a este material. «Lourdes» (1927), «Domus» (1931), «Enaguas» (1938) y «Lá-Lás» (1944) redondean la labor creativa de Cortez.

 

6.

José Riego nació en 1901. Se destacó como poeta, pero no dejó de incursionar en el teatro, espacio que lo ha olvidado, pero que no deja de ser bastión importante en la historia de la dramaturgia lusitana. Su pieza «Benilde o la virgen madre» destacó, en 1917, como una revelación cuando se abrió el telón del Teatro Nacional de Lisboa para su representación. Escribió el poema espectacular «El rey Sebastián» en 1949. En 1954 dejó para el mundo «La salvación del mundo», una tragicomedia que sacudió algunas esquinas morales. Estos dos trabajos sólo están en papel. También entregó a la posteridad «Jacob y el ángel» en 1941. Esta obra fue estrenada en Francia por J.B. Jeener en 1952, en el Studio des Champs-Elysées en París. ¿Qué ocurre en las historias de Regio?

Una visión reflejo: cielo y tierra. Dios y los hombres. El alma y el cuerpo. El hombre como condición de sí mismo, como su propia condición. Los opuestos. Un tejido barroco transcurre en los diálogos de manera que parezca el coloquio de sujetos comunes y corrientes. Un encuentro que a veces se rebate.

En «Poemas de Dios y del Diablo» se conjugan estos tópicos. Con la influencia de Claudel y Elliot, Regio es una impronta en la poesía mística portuguesa.

  7.- No es esquiva la mirada de Costa Ferreira (1918), quien fue autor y actor. Se le considera como uno de los más modernos dramaturgos de habla portuguesa. Las salas y espacios teatrales de su país han sabido de sus ecos en escena. Casi todas las compañías teatrales de la capital como de otras ciudades han trabajado con sus historias. Fue un autor experimental, buceaba más allá de la tradición. En tal caso cabe mencionar «Nocturno» (1948), donde éste se «pelea» con el comercio, con esa forma usurera de hacer negocios. Su arte dramático no estaba atado a acuerdos con nadie. Su pureza escénica estaba dirigida a un espectador que pudiera ser sensible a su propia relación con la realidad. Este trabajo de Ferreira sirvió de entrada para la inauguración del «Pátio das comédias», donde también hizo de director.

Autor libre de complejos, hizo de la farsa su lugar de progreso creativo: «Por un hilo…» en 1950. Igualmente, la «Comedia de las verdades y las mentiras» , en 1956; la comedia «Detrás de la puerta», también en 1956. Un año antes, escribió el drama «Cuando la verdad miente». Siguieron «Un día de vida», 1958; «Un hombre solo», 1959. Dirigida sin aspaviento alguno crea «Milagro de la calle», dedicada a la gente simple, a la gente toda, a la población. Y para darle un toque a la decadencia social, «Trapo de lujo», en 1952. Su trabajo contra la sociedad adinerada en algunas de las ya mencionada piezas, formó parte de muchas puestas en escena.

8.-

Luiz Francisco Rebello (1924) forma parte también de esta geografía teatral.  Su pieza «Es urgente el amor» fue puesta en escena en 1958 en el Teatro experimental de Poro. Rebello formó equipo en la formación del «Estúdio do Salitre» en 1946. Un año después, en ese mismo lugar, se presentó la fábula «El mundo comenzó a las 5 y 47», cuyo expresionismo llamó la atención de la crítica.

Con «El día siguiente», en la versión española de Eduardo Sánchez, fue puesta en Valencia en 1953. La revista «Teatro», número 14, de la capital española, la publicó completa. Es una pieza en un extenso acto que también fue favorecida por la crítica de esos días. Esa versión de Sánchez fue completada con la de Carlos-José Costas, representada en el Teatro de Cámara T.O.A.R., en 1956.

Estas obras se caracterizan por contener un agudo sentido crítico social. Dramas sociales de protesta que movieron el tablero de opiniones de un Portugal efervescente en materia cultural. Así, las piezas «Alguien tendrá que morir» (1956), «Es urgente el amor» (1958) y «Los pájaros de alas cortadas» (1959) forman parte de este panorama.

9.-

En 1924 nace Bernardo Santareno. Uno de los autores que alegró el ambiente teatral con su obra «La promesa», representada en el Teatro experimental do Porto en 1957. También escribió «La excomulgada» (1959) y «Crimen en aldea Vieja», trilogía que avaló la presencia de un dramaturgo cargada de finales sorpresivos y dramáticos.

Otras obras de Santareno son «El verderol» (1959), «El bailarín» y «Antonio Marinero» (1957 y 1960).

 10.-

Con esta panorámica no cierra el teatro Portugués. Siguen personajes, autores y obras que le dan solidez a la permanente búsqueda de los creadores de la península lusitana. A la lista de anteriores dramaturgos es obligado añadir los nombres de Luiz Francisco (1924-2011),José Saramago (1922-2010), Luis de Sttau Monteiro (1926-1993), João da Câmara (1852-1908), Dúlio Dantes (1876-1962), Gonçalo M. Tavares, Helia García, Luzia María Martins (1927-2000), Helder Costa, Luis Costa Gomes, Tiago Rodrigues, Prista Monteiro (1922-1994) y Gonçalo Waddington, entre otros.

Ausente la mirada del espectador, andante la escena, bien vale la pena continuar indagando en esta proeza teatral de un país rico en imágenes, en inteligencia artística, en un idioma tan musical que hace del escenario una demostración festiva.

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