Por José Ygnacio Ochoa
El contexto sostiene la interpretación. Aunque el
mediodía componga sobre el tejado sus fuegos,
bajo este «voile de flamme» el mar manifiesta «tant
de sommeil» y se muestra como un «diamante»,
aunque centellante de reflejos dorados.
Umberto Eco, «Los límites de la interpretación».
Antología en blanco (El Taller Blanco Ediciones, Colección Comarca Mínima, 2023) de Rafael Victorino Muñoz, dieciocho relatos para leer desde las desventuras de los personajes. Cada enunciado es un encuentro que se traduce en un diálogo entre seres que creemos se conocen. En estas historias se siente la cercanía de quien cuenta de lo sucedido con estilo directo sin obviar los giros del habla cotidiana entrelazados con aquellos usos propios de la literatura, sin embargo nos acoplamos como lectores a las circunstancias de los protagonistas, al punto de establecer la complicidad necesaria para «escuchar-leer» detenidamente lo que nos cuentan. Las unidades léxicas —unimos acá los vocablos con una marcada intencionalidad, construcciones menores, composiciones-giros que conjuguen con el discurso, a esto sumamos silencios, gritos y suspiros que aunque no están dados gráficamente, el lector los visualiza o los traduce como tal para hacerlos propio dentro del discurso planteado—. Todos estos componentes están dispuestos en el contexto para ser interpretado tanto el argumento como las historias de los relatos. El lector procesa toda la información porque la voz narrativa se confiesa, se desnuda desde su carácter intuitivo, describe y narra lo extraño de su vida, acontecimientos que rayan en lo absurdo, así lo recoge el lector-escucha, sí, escucho lo que me cuenta, me lo imagino frente a frente. Va construyendo un mundo de despropósitos diversos que, en esta voz narrativa, suelen ser digeribles. Estas lecturas no son para encontrar soluciones a dictámenes de la naturaleza humana, posturas filosóficas y mucho menos resoluciones de la ciencia, en todo caso, vamos por otro camino; el de la intuición, por el agrado de leernos en otros personajes. Vernos reflejados en ellos, es el gozo de leer(nos). La potencia se concentra en el encontrar(nos) en la experiencia lectora. Lo sentimos franco, esa es su entrega, la del narrador. Está en el lector que los acepte como cierto, insisto, el giro ficcional está concebido. El autor lo propone. El lector decide sin conjeturas, va por el campo de las sensaciones:
Después de esas cuatro palabras, hizo una pausa. Ya no pretendió sonreír. Me miró midiendo mi posible reacción; yo no parpadeaba siquiera. Luego dijo:
—Murió…
En mi mente completé la frase para poder llegar a cuatro palabras: hace seis meses. En algún lugar de la casa, un reloj cucú marcó la hora; pero eran las tres, todavía faltaba una hora. Así que maté a la tía.
Esto acontece en el relato titulado Cuatro palabras hace seis meses, el primero en el orden de aparición. Hasta curioso el asunto por cuanto se presta para un juego de ubicación de vocablos para formar una sintaxis cifrada en la sensación del personaje, no olvidemos que al comienzo hablamos de unidades léxicas, en este caso deben ser cuatro, siempre cuatro, por qué, cuestiones del narrador, no lo sabemos y no importa mucho para el artejo al que nos invita a participar. Lo importante es lo que se genera a partir de un sentimiento de orfandad e incertidumbre por la ausencia de un ser, con el que se ha despertado cierto afecto. El encuentro por sí solo no amerita discusiones, lo que se resalta es el llamado a una interpretación, es lo que se transmite por la manera de cómo se comunica la noticia y toda la historia que arrastra el personaje. Se inmiscuyen con la ilusión de hombre queriendo ver a una mujer, no tiene la más mínima oportunidad de descubrirla. Debe generar tristeza, molestia y hasta indignación Eso que está allí, no se dice, se padece, al punto de tomar decisiones despojadas de la razón, no se da cabida al pensamiento, aflora el dolor, lo emotivo. Las claves del contexto no son suficientes para llegar al dolor. Se es necesario de estas unidades en los relatos que no se consiguen en el espejo de la cotidianidad, aunque nos alimentemos de ella. Quizás eso de lo cotidiano es más hermético que el texto sugerido por Muñoz y como afirma Umberto Eco nos acercamos más a la interpretación múltiple desde el relato, desde el poema, ese es el verdadero «diamante».
Dentro de mi más variada especulación, producto de la lectura, podríamos afirmar que cada relato contiene en sí mismo un elemento que lo identifica, como por ejemplo: el tema de la muerte, lo inaudito, lo cíclico, el juego amoroso-erótico, la presencia del otro, la humanización de un animal y la confesión los ubica en un contexto. Ahora, ¿Cuál podría ser el punto coincidente entre los relatos?, quizás el dolor, el desamor y la profunda soledad que embarca a cada personaje. Mundos que se edifican desde un parque y un niño, es un detonante para escribir, leamos este pasaje de Just call me wich, un relato que se desarrolla desde las interrogantes: ¿Será que intencionalmente sólo tiene amigas simples y poco atractivas para que no te fijes en ellas? ¿Y qué vas hacer hasta el lunes? ¿Volver a leer el periódico? ¿Todavía tienes hambre? ¿Qué será peor: pedirle crédito a la del abasto o pedirle dinero a un desconocido que pase? ¿Por qué compraste los cigarrillos?
La intención del autor es permitirse el hecho de dar la posibilidad al lector de encontrar tantas interpretaciones sean posibles. Cada lectura abre el compás de otra interpretación. En una suerte de segunda parte del libro nos encontramos con los nueve relatos restantes que se originan desde la memoria del autor con un arraigo de una geografía determinada que con sus detalles: avenidas, centros comerciales, espacios abiertos e incluso conocer de unos enanos de un parque que recrean un estado emocional que corrobora lo que venimos comentando en torno a la complicidad del narrador y el lector. Estas historias contienen la sutileza de las crónicas. El narrador se deja llevar por la claridad del recuerdo de su infancia hasta llegar a la ciudad cosmopolita. Seguir en la lectura es como escuchar al otro contar desde una lejanía añorada. Aquel que sea oriundo de la ciudad; la apreciará, más, desde el ángulo de la narración de la Antología en blanco y quien no, pues aprenderá de ella: Valencia. Las ciudades están para reconocerlas con sus peculiaridades, sinuosidades y hasta sus ausencias. Aquello que se ve por su geografía y lo que se siente en el inconsciente de cada habitante. El movimiento de la ciudad va por el modo de caminarla, unido al ensueño de vivirla con el recuerdo. El narrador se arriesga a mostrarla desde la anécdota, desde la claridad enraizada en una permanencia que se alberga en las imágenes, como aquellas que se precipitan en una esquina o un paraje para reflejar las cuitas de sus habitantes con todo: aunque centellante de reflejos dorados.
Maracay, 30 de enero 2023