Por José Ygnacio Ochoa
La ciudad —después de todo— es el olvido.
Alberto Hernández

- La noche nos consume con la lectura del poemario de Alberto Hernández Norte/Norths (Latin American Writers Institute Eugenio María Hostos Community College of CUNY. Universidad de Nueva York, 2002; colección Piedra de sol. Traducción al inglés: Alexis Trujillo).
La nocturnidad de la cuidad nos envuelve en su ropaje de estelas. La voz poética de Hernández nos conduce a ello. La ventana del espejo en la ciudad con la reiteración de los vocablos: noche, nocturna, madrugada, sombra y sueño para, luego convertirse en un signo que salta lo ordinario para ser en lo sensible y en su significación.Esta edición bilingüe manifiesta que la pasión humana es un concierto para comprender la imposibilidad de la noche. El cuerpo se dispone para entrar en una relación con el espejo. En el poema XX (p. 43) en el espejo somos los mismos animales. Entonces, ¿seré eso?, los animales que cohabitan en mí, ¿mutamos?, dicho esto, somos como bichos raros que deambulan por la ciudad en el anonimato con la esperanza de encontrarnos con la palabra, ese vocablo que habla solo, aunque se niegue desde la otra boca. Tal como lo afirma Martin Heidegger en «Hölderlin y la esencia de la poesía» el espejo transforma al ser que soy.Ese espejo será mi aliado en ese transitar de la noche en mi cuerpo, en mi habitación y en mi ciudad:
Norhs I Nortes I
My fingers loose you Mis dedos te pierden
there in the obscure allí en lo oscuro
the bed is a place la cama es el lugar
where I help the shadow donde auxilio la sombra
only in I find you sólo de piel te encuentro
Noche y sombra se confabulan para rastrear lo que describe mi naturaleza.
Aquella que no sabe de conocimientos, ni de retórica. Lo que sí es cierto es de la existencia de unas Inmediaciones como el poema de Rafael Cadenas que nada pide y que nada traiciona. Porque es la esencia de la humildad hecho poema, hecha sonoridad como el Norte/Norhs de Alberto Hernández. Lo poético como aturdimiento, la esencia de lo que somos. Vocablos para la emoción porque la historia donde eres orilla se torna dilatación. Del poema XXX Queda un lugar para la luz y la despedida: allí, sin pensar, / deambulas por el espejo… insisto con lo del espejo; pues, marca un ritmo que no se detiene, en todo caso, se afilian las energías en el silencio. Se des-entraba la técnica y fórmula de la escritura para alcanzar lo emotivo. Cómo se logra, cómo lo logra Hernández: con su alfabeto. El sonido adquiere una dimensión de placer. La sintaxis se convierte en un coro. La frecuencia poética nos cuenta la historia, al punto de susurrarla a medianoche. La voz de ese momento es limpia por lo que se dice, aun así, desgarradora en su sentimiento: cuerpos, miradas, litigios y revelaciones en sus silencios, entonces serán esos los silencios que hablan en poema. Nos arriesgamos a afirmar que cada lectura es una interpretación diferente. Es como la actuación. La puesta en escena de Norte/Norths es toda sugestión. Porque se narra, se frasea el cuento vivido. El poema-canto se mueve según la iluminación de la noche y el trasluz del sentimiento del lector-espectador. Se llora ante espejo porque se es y no se es. Él nos descubre. Estamos desnudos ante lo reflexivo.
Luego, queda regresar con preguntas para desentrañar al espejo que somos. El aturdimiento con la soledad.
CRAWLING A TIENTAS
To come back regresar
just questions (you just question) solo preguntas
in en
this defeat esta derrota
the word la palabra
the atonishment el aturdimiento
Todo obedece a la dinámica de un abismo al que nos sometemos por convicción propia.
Es mi derecho a gozar/padecer de lo fortuito. De la nada ante la nada porque la noche me lo exige. Eso es la noche: nada. No existen acompañantes, más que los libros, el licor y el designio de la soledad. Para que luego me devore la consciencia de mis hallazgos heredados. Y después la sintaxis como materia poética que carcome lo onírico de las especies: silencio, sombra y noche una recurrencia para luego ser en el espejo y la ciudad lo que nos invita a sobrevivir en el incierto de los sentidos. Nortes/Norths a cambio de ser un acto de habla es un acto de sensaciones y afectos porque el ritmo está presente. Es un ascenso. Si anteriormente habíamos dicho del destello, ahora afirmamos que el movimiento asociado al ritmo es un signo del poema que se mantiene pasado el tiempo. Sucede entonces que la distancia reafirma la imagen, ella marca la huella en la corporeidad de otros poetas mencionados por Hernández en su poemario: Reynaldo Pérez Só, Sandburg, Pessoa, Alfredo Chacón, Jaime Sabines, Melo Neto, René Char, Sonia Chocrón y otros para perpetuar la consonancia de la escritura. Balbucear, mejor dicho, saborear un vocabulario como las olas con la única certeza de quedarse al lado de las imágenes con sus historias porque se dicen unas a otras, porque: El cuerpo ordena la soledad. El «signo convencional» concede su espacio hacia lo ilusorio de la composición: la metáfora. Así como esta y otras figuras literarias configuran un «corpus» en donde su dimensión se proyecta en la voz poética de Hernández, luego las palabras están a tiempo para las claves, los / acertijos. Toman de la mano a Sandburg, lo revelan en los espacios donde se manifiesta la otra imagen del mundo no cuantificable. No existe cabida para la medida y ni la exactitud. Acá deviene el otro con su voz, voz de la calle en otro cuerpo, en otra clandestinidad, en otra confrontación y en otros colores. Ausencias/encuentros, miedos/alucinación, composición/desintegración: son los juegos que ponderan el universo poético de Alberto Hernández. Se sobreponen los espacios con otras virtudes alejados de lo reducido.
La palabra es cuerpo en el poema.
El libro finaliza con una suerte de homenaje a René Char: hoy 22 de febrero, / todos los días, // nace rené char // al abandonar la noche
Buen texto Gracias