‘El hilo atroz’ de Beverly Pérez Rego

Por José Ygnacio Ochoa

Me permito jugar —y juego porque luego de leer las primeras 40 páginas me decanto por la página 111 y encontrarme con el poema titulado «Blackout» ante el libro y su búsqueda en la palabra como signo—. El hilo atroz (Poesía Ediciones, Universidad de Carabobo, 2021) de Beverly Pérez Rego lo permite, eso y más. Son imágenes, trazos, idas y venidas sin escamoteos. Es como un columpio en donde la oscilación concibe la postura del momento irónico, extraño y alucinador. Se erige el lector como un autor-actor de lo que lee, luego se redescubre en la sustancia de esa isla única. Sustancia —ella o él— por lo que siente, ve y padece. Entonces la palabra no podrá ser isla ni amasijo de lo inconcluso en el abandono. En el largo poema «Llegar», acontece una suerte de letanía: «Ablución de trenes», «cortinas invisibles», «ríos subterráneos, «alma en hilo», y vuelve «alma en hilo», «la tierra», «la tierra», «la tierra» es la reiteración para sucumbir ante las imágenes y continua con …«grietas», «piedras», «tragaderos»…todo se agolpa con la sensación de lo caótico enhebrado por la palabra dispuesta en el ejercicio de la voz poética. Voz poética que posibilita una correspondencia con lo imaginario del lector.
     Cada poema-relato-historia-inmanencia es único como la palabra dibujada en la página. Dibujos alucinadores delineados con palabras. Es un encuentro de poemas en donde uno es diferente al otro en su disposición en la página. Los signos de puntuación juegan al caos, igual que letras en mayúsculas. Pérez Rego lanzó sus dados contenidos de palabras para decir otro universo sin apuntadores o teleprónter. Acá no se pega ni se corta. Es una suerte de una actuación estética: la voz de la poeta configurada en un abismo. Aunque creo que la poeta sabe dónde es el encuentro. Sólo el lector podrá redescubrirse en el acto sensitivo, pues se acaban las teorías, los postulados, las didascalias y los guiones establecidos. Los títulos son un hemistiquio por sí solos: las dos partes de un poema, una, la que se lee; la otra, la que se funda desde la experiencia de la anarquía de la palabra. Acá nada es complaciente, todo juega, todo vale.
    Poemas construidos desde el misterio de varios idiomas alternados con imágenes que se integran a la totalidad del libro. La poeta lo sabe y lo maneja como recurso. Evidente lo que nos manifiesta con la palabra «noche», siempre en rojo y con tachadura. Estructuras que escapan de un sistema o que puede que estén dispuestas como lo genera su pensamiento. Un aluvión nada retórico de signos. Todo lo nombrado anteriormente motiva su heterogeneidad al nombrar la palabra. No es suficiente la intención, en este caso, la poeta obra y logra asir su libertad colmada de imágenes.
    Descubro a Pérez Rejo desde mi habitáculo: en el recuadro de mi celular porque otro poeta me envía el documento. Inmediatamente sin procrastinar —desde este encierro todo es posible— lo leo, mejor digo, lo disfruto con asombro. Deslastrado de religión, sexo o tendencia histórica. Porque no sé qué nos puede suceder el día de mañana. Es la ansiedad de estos tiempos como bien lo muestra Pérez Rego: trochas, ateos, depleting, hilos, _________, amantes,……….., Cierra tu luz, tu frente/ oscura. Ya no es precisa la escritura. Y entonces aparecen cuadros sinópticos del año 1884-1091 de Ezequiel Bujanda, otra vez «noche» en el poema «Dije que amo lo irreparable», 27 veces aparece una noche roja. ¿Por qué? No lo sé. Aparece el poema «El hilo atroz»…no hay nada sino hielo, / engendrador de lo muerto,…epígrafes, dedicatorias, poema «Hablapiedra»: Mi poeta venezolana fue enterrada anoche /Mi poeta venezolana estaba casi muerta / Mi poeta venezolana fue aguja de otro costado / Mi poeta venezolana casi hincaba el pico… (p. 71). Luego cinco haikus, entonces me reitero en el libro y me digo es una manera de leer, es un juego. Es, desde luego, otra sutileza de la palabra con la coexistencia entre desobediencia y ductilidad de los casos.


    Los influjos están. Es ineludible fijar la mirada en  José Antonio Ramos Sucre con el dominio del poema en prosa, contado o vivido como lo desentrañó el poeta desde el carácter del pronombre como un enunciado poético y no autobiográfico. El crítico literario Salvador Tenreiro con sus estudios en torno a Ramos Sucre en el libro El poema plural. Notas sobre poesía contemporánea (Ediciones La Casa de Bello. Colección Zona Tórrida, 1989) lo afirmaba, la tesitura del poema va por el ejercicio lo múltiple y lo fragmentario en rigor de un estilo, si es que se permite el término. En ellos se regodea Pérez Rejo pero no se conforma con esa forma de escritura. Salta y propone otra voluptuosidad y no desfallece en el intento. El poema se mueve, se toca, se prolonga, juega con el lector. El poema se convierte en un personaje que se transparenta en su escenario, es decir, la página dispuesta. La empatía va en los sentidos: colores, ángulos, tamaños. El poema no muere en la lectura queda en la memoria del lector. Los vocablos se ubican, asumen el poder de adaptabilidad en lo verosímil e inverosímil. Estos vocablos despiertan circunstancias de la quietud para volver a leer el mismo libro, pero con otra intención. No importa el resultado, lo que importa es la experiencia lectora. Las consecuencias se asumen. No es pasarla bien, es, en todo caso, emocionar(se). Otro influjo es la cercanía con las poetas Ana Enriqueta Terán, cuando nos escribe: —trago a mis madres…— (p. 74) o Alejandra Pizarnik: —mano líquida…silenciosa…tal vez juglar…— (p. 47), y tantos otros. Entonces, desde el primer diccionario de lengua española —Nebrija— pasando por poemas para construir «Informe» hasta llegar a: Poesía es lo que has pedido. El recorrido es interminable, el viaje en ausencia de arquetipos aun así los recuerdos y referencias están presentes.

    El tema no es lo relevante, en este caso, y a decir de Juan Nuño lo importante sería la consagración de la diferencia. El tema lo establecerá el lector. El país o ciudad donde se esté revelará el lugar de la lectura. No habrá ablación en El hilo atroz de Beverly Pérez Rego. El tejido discursivo de Pérez Rego comporta una unidad que se mueve entre lo ficcional, lo arquitectónico e indudablemente lo poético. Es una visión diferente, otra visión que con pericias espaciales reinterpreta realidades fundadas en la sonoridad de la palabra: en la rememoración desde un espacio, desde una existencia y desde una impronta de la poeta Pérez Rego.

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