Nicanor Parra ha tenido un protagonismo importante en ese proceso contemporáneo que suele llamarse «desacralización» de la poesía. Desde el romanticismo, desde Blake, Hölderlin y Nerval, y sobre todo desde Rimbaud, el acto poético tendió a convertirse en una exploración de paraísos artificiales, en una magia y sortilegio, en la liturgia de un oficio de tinieblas (…). Pareció que la poesía después de Rimbaud -observa Daniélou- sólo podía conducir a la cárcel, al manicomio a la Cartuja; solo podía hacer monjes, locos o presidiarios: Artaud, Reverdy o Genet (…). La antipoesía representa, en este contexto, una denuncia a la vez que una alternativa válida: el regreso del poeta a su humilde condición histórica y finita¹.
¹ José Miguel Ibáñez Langlois, Para leer a Parra, Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago de Chile, 2020, p. 31.
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Manifiesto
Señoras y señores
Ésta es nuestra última palabra.
—Nuestra primera y última…
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