Por José Ygnacio Ochoa
Cada poema refleja una dicción específica: poema y dicción se conjugan. Dependerá del contexto para que la motivación esté presente, luego los ensueños y las imágenes se forjan en el poeta. Éste, el poeta, puede que no escape a esta condición, es decir está sujeto a ciertas discreciones que lo pueden inducir a escribir de una determinada manera. Al leer un poema debe, en todo caso, despertar una inquietud para que el lector se detenga y diga que existe algo en ese amasijo de vocablos. Un algo que lo perturbe o sobrevenga a una ilusión. Entonces, cuando se está ante un poema encontramos una dicción clave que nos incita a un estado de ánimo determinado. La significación que en su conjunto muestra un universo de situaciones apegadas a los sentidos y a los hallazgos que luego son visualizados con el estrépito de las palabras. Esa combinación de imágenes transfiere una sonoridad, la sonoridad del poema. Sucede con el poemario de Néstor Mendoza Pasajero (Dcir Ediciones. Caracas, 2015). Es un cuerpo que se arma en cuestión de instantes para contemplar lo vivido y lo que sobreviene luego:
El pasajero anciano y el pasajero joven
se encuentran en el mismo asiento,
comparten la misma ruta y no lo saben.
Se dejan llevar a otra avenida, para extraviarse,
mudar de una vez el trayecto establecido… (p. 6)
Un soplo es suficiente para vernos al otro lado, luego se transfiere en eternidad aquello que es incomprensible ante los colores. El paisaje, la historia, la realidad y el discurso se agolpan en un espacio reducido. El espacio tangible del que nos percatamos con la mirada. Lo que importa, si de eso se trata, son los matices que convoca la voz poética para trazar la sensualidad del movimiento contenido en el otro espacio, el que añoramos con los ojos abiertos o cerrados. Igual el espejo se refleja en la retina del pasajero. El esplendor está concentrado en la corriente que lleva la voz hacia delante. La voz siente y padece un pretérito pero escucha la resonancia de la aureola en la palabra venidera. Es un diálogo consigo mismo. Márgara Russotto en Dispersión y permanencia (Comisión de Estudios de Postgrado, Facultad de Humanidades y Educación-Universidad Central de Venezuela. Caracas, 2002) comenta que: …yo quisiera que mi poema, el buen poema de cualquiera, el poema ideal, tuviese ante todo pertinencia situacional para librarse del capricho y la liviandad. Esto quiere decir que justificara su relación con la circunstancia del enunciado,… (p. 101). Citamos a Russotto por cuanto expresa claramente la dimensión de una movilidad en el espacio y en la memoria de la voz poética de Mendoza. Un paisaje visible como: aves, cuerpos y un país en consonancia con el otro paisaje configurado en la memoria, en la sensualidad, en el gesto y en la contemplación de lo frágil: Los poemas de Mendoza. Pasajero comporta esa pertinencia situacional de la que habla Russotto.
El libro en su totalidad contiene un tempo poético. Es el poema en tránsito con su ritmo que deviene en una insinuación con su necesidad fonética, pues al «decirse» se desnuda con imágenes: Solo tengo una mirada sencilla, miedosa,/para este paisaje. (p.31)La fragilidad en tránsito transparentado en el espejo. Es un acontecimiento efímero a pesar de las distancias recorridas. Contradictorio, pues el paisaje va quedando atrás, aun así, la visión se identifica con lo que está en la eventualidad del por-venir. Pasajero, partiendo de las consideraciones de Russotto, adquiere categoría con nombre propio, es un «corpus» que moviliza a los poemas. Es un llamado que la voz del poeta canta. No existen posesiones, todo lo contrario, se deslastra de los cuerpos extraños…/… paisajes incómodos… /…espasmos y secreciones.
Los verbos conjugados acoplan una relación de parentesco en la densidad del viaje. Todo es movimiento. El verbo en su más genuina acción poética que recorre paisajes como fotografías. El primer poema que da título al libro es la concentración de un recorrido, es decir las estaciones se van dando en su traslado. Es la continuidad, insistimos en esto: casa, parentesco, naturaleza, pues lo tangible en comunión con lo impredecible. Es otra manera de afrontar este camino por una geografía que dibuja en una Cartografía: (p.p. 30-31). Es la mirada para un país doloroso y amoroso a la vez. Si existen detenciones, es para el extravío de los espejos. Los que acompañan a cada viajante con sus ausencias en el rostro. A estos seres que modifican un universo vertido en poemas: hombres, mujeres, ancianos y jóvenes, a pesar de su separación filial y espacial, los une, insisto, la acción del verbo: «se acercan», «se dejan llevar», «se dejan detallar», «se encuentran», «ofrendan», «se desplazan». La contemplación del poeta, luego los admira porque se va a una misma dirección, al encuentro de una respiración:
DECAPITACIÓN
por la parte más vulnerable,
por el lugar donde más rápido
escapa el alma.
El asunto es sencillo: la precisión no cuenta.
Solo un movimiento seco.
Solo debes acercar el objeto con filo y hundirlo.
No necesitas sentimientos.
Hace falta la frialdad de la mantis
que devora la cabeza del consorte.
Déjate llevar por el corte que no cuestiona,
hasta que una parte del otro hombre
deje de respirar en tus manos. (p. 33)
Todos los pasajeros son los protagonistas de un destino. Se reflejan en la ventanilla, en los ojos del otro, en la memoria de un país y los recuerdos de seres queridos presentes o ausentes, no importa, siguen en una permanencia legítima por el arraigo y por sus vivencias. Todos en un habitáculo. Todos en un breve espacio que los estructura en el devenir de sus acciones. Entonces, la sucesión de figuras literarias y reiteraciones dan con un discurso que muta en cada milímetro-centímetro-metro-kilómetro en recorrido. No hay lugar para posesiones, ni interferencias, lo sustancial está en el sonido distintivo del poema: la voz. Se poetiza el viaje. Se decanta la palabra y su propio alfabeto. El paisaje condensa la esencia sin pertenencias: agua, brisa, sol, tempestades, miedos, sueños, oscuridades, incertidumbres y la nada. Todo en el poema.
El lector no desfallece, se impulsa en su sensualidad de ver el mundo desde la óptica de lo intangible: la poética de quien viaja en un roce, una respiración o una mirada huidiza. El universo no se explica, se siente con el viaje en una dirección con dos vertientes: lo terrenal, pues todos llevan un destino definido —de existir— y luego, el viaje de la voz poética —en la soledad de la contemplación de ese único pasajero—. La palabra en tránsito, en continuidad como la vida en el ángulo en donde nada es omnímoda. Todo cambia vertiginosamente en un sueño momentáneo…un gesto breve. Cadencia particular que perfila al poeta en una línea de acción que no es otra que la voluntad de manifestar su configuración: La palabra contiene una mirada: su mirada.
Mendoza apela a la conjugación de la palabra por vía de estructuras y estilos aplicados en el siglo XII —la sextina—y el siglo XIII —la cuaderna vía— (como bien lo explica el poeta en la entrevista que aparece en libro Nuevo país de las letras. Colección Los rostros del futuro, 2016. Compilado por Antonio López Ortega, editado por Banesco) y las revitaliza en Pasajero. Igualmente aborda otros temas propios de la ciudad relacionados con el maltrato a los semejantes en sus diferentes manifestaciones. El poeta le confiere a los temas el giro con la óptica de la palabra poetizada.Es la otra mirada de la realidad: Su espejo poético en conversación con la otredad. La palabra desposeída reconciliada con la esencia que dispone el lenguaje.
Néstor Mendoza:
(Mariara, Carabobo-Venezuela, 1985). Poeta. Ensayista. Editor. Licenciado en Educación, mención Lengua y Literatura en la Universidad de Carabobo (UC). Cursó estudios de Literatura Latinoamericana en la Universidad Experimental Pedagógica Libertador (UPEL) de Maracay. Estuvo en el equipo de redacción de la revista «Poesía», donde gestionó la colaboración de nuevos poetas. Facilitador de talleres de teoría poética. Participó en la Dirección de Medios de la Universidad de Carabobo como corrector del semanario «Tiempo Universitario». Coordinador de Relaciones Institucionales de la Feria Internacional del Libro «FILUC». Sus poemas han sido traducidos al italiano, inglés y francés. Articulista de diferentes diarios y revistas de Venezuela y otros países. Premios: IV Premio Nacional Universitario de Literatura 2011. Finalista del I Concurso Nacional de Poesía Joven «Rafael Cadenas» (2016). Publicaciones: Ombligo para esta noche (2007), Andamios (2007), Pasajero (2015), Ojiva (2019) y Dípticos (2020). Este poemario cuenta con una publicación alemana: Sprengkopf (Hochroth Heidelberrg, 2019). Sus poemas han sido incluidos en las Antologías 102 poetas. Jamming (2014) y Destinos portátiles, muestra de poesía venezolana reciente (2015). Forma parte de la Antología Nubes. Poesía hispanoamericana(2019) de la Editorial Pre-Textos de España. Actualmente es editor de «El Taller Blanco Editores», Colombia.