Con su pieza Brutality (2016) Gustavo Ott nos muestra su dominio técnico mediante la formalidad del diálogo. Justo allí, desde la perspectiva social a la que pertenecen estos diálogos, se oculta aquel sistema de dominación de uno por el otro. Lo político entonces es emocional cuando induce al prejuicio social, al rechazo y luego al odio entre los individuos de la sociedad: la amplitud de la relación dominador-dominado. Relación esta que permite consolidar en este individuo su total enajenación, lo ideológico se articula y aquel sujeto ni siquiera sabrá que es movido por las nuevas formas del poder. Las cuales, paradójicamente, están siendo controladas por otros sujetos. Dejando en su sitio a la crueldad y a la segregación de uno por el otro, de una vida por otra con el firme propósito de consolidar en el poder a quienes lo ejercen, además, devolviéndole al hombre su rostro más brutal: la discriminación. Para tal efecto las escenas se intercambian o se yuxtaponen y los personajes mantendrán la dinámica del relato teatral hacia esa dirección conceptual de la trama. Están los signos en esta ocasión para subrayar la función pragmática del discurso: la relación del signo de la escritura con lo social, donde los diálogos representan las ideas del autor contenidas en el texto dramático. Sí, es una pieza muy brechtiana, cuando la figura didáctica se contiene en ese mensaje: el porte crítico, la disposición de las ideas —materialmente contenidas en la obra— a modo de extender esta noción crítica ante el estrago de nuestras libertades, exhibe, por otra parte, la inepcia del poder: el mundo occidental tal como lo conocemos empieza a mostrar sus grietas. Allí entra Ott, siempre, en la organización de lo ficcional y contenido de su discurso teatral. Nos recuerda, en la disposición de esta sintaxis, la repetida frase de Bertolt Brecht: La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer. ¡Cuidado! Ott, no quiere repetir frases cacareadas. En cambio tal vez sobreponernos de los esquemas ideológicos y cómo éstos nos colocan al borde del abismo. En otras palabras, hemos creído acabar con lo viejo cuando más aparece. Todo cambio tiene en los cimientos sus propios orígenes. Nunca lograremos profundizar lo suficiente en nuestras almas como para hallar lo nuevo. La tragedia nos es inexorable:
KATIE: ¡El tipo viene del futuro! ¡Guaooo!
MCKEEMAN: Tal cual. Viene del futuro para decirnos algo muy importante. Fíjate que cuando llegó no reconocía la ciudad, ni nuestra casa, que es la misma de su familia actual pero que todavía no vive ahí. ¡Lo harán dentro de doscientos años!
KATIE: ¡Doscientos años! O sea, que él viene de…
MCKEEMAN: Del 2216. Y dice que para ese año ya no existirán los Estados Unidos.
KATIE: ¡Vamos a desaparecer!
MCKEEMAN: Que en el año 2216 lo que hay son extranjeros. Hablaremos español y los blancos somos perseguidos por la mayoría latina, negra y extranjera.
KATIE: ¡Increíble!
MCKEEMAN: Nick ha venido del futuro para advertirnos y hacer algo al respecto.
KATIE: ¿Por eso pintaste ese dibujo en la pared?
MCKEEMAN: No es un grafiti cualquiera. Es un símbolo muy común en el 2216. El de la Resistencia Blanca; luchadores que cruzan la frontera o escalan el muro desde Canadá para repoblar y regresar finalmente a los Estados Unidos de Norteamérica. [Negrillas nuestras].
Lo irracional se sostiene a su vez de lo inverosímil, produciendo su propia lógica. El absurdo, lo hilarante, al cabo, la ironía. Además adquiere su relación lúdica con el espectador. La ironía en sustitución de la realidad cuando lo subjetivo se carga sobre lo real. De allí lo emocional de esa relación. Dando a lugar a lo imaginario: la ironía, insisto, sucumbe ante lo real. Se invierten los valores cuando se extrema ese estado de cosas: lo extraño por lo ordinario y éste por lo ambiguo o lo transparente por lo velado. El sujeto (con él nuestro lector-espectador) se encadena de un mundo imaginario como parte de su alienación y cosificación: Hablaremos español y los blancos somos perseguidos […]. Este sujeto dominado invierte su rol (el tiempo del público no es el de los personajes ni el de la acción, mas se sentirá asociado, de allí el distanciamiento brechtiano). El hombre blanco ahora es el dominado: a los límites de lo extraño se le atribuye su nuevo código, recreándose la imagen de este espectador en un tiempo a futuro. El salto del tiempo tiene su lugar en esa recreación. La fatalidad del ser humano se hace irreversible. Esto quiere decir que entre el espectador y el espacio escénico media su imaginación: sucede en cualquier lugar de los EEUU, pero también en aquel espacio imaginado. Lo real es susceptible al hecho de la representación teatral, permitiendo que el público (léase lector-espectador) lo actualice con el momento y lugar donde vive (¿reestructuración de nuestra propia sensibilidad?). Todo se dispersa por medio de la representación. Así que pocas acotaciones están presentes, puesto que la narrativa se dimensiona sobre el dominio de su teatralidad. Y esto es una fortaleza más de ese discurso:
SELENA: Pero no fue perfecto, José. Nunca lo iba a ser. ¿Disfrazarte de afroamericano para escapar a los oficiales de inmigración? ¿En serio?
JOSÉ E: Doctora Selena, no se me ocurrió otra cosa […] Cuando caminaba por la calle las personas se me quedaban mirando con mucha intensidad y me dio miedo. Si la gente común me veía tanto, seguramente los de la migra me detendrían. Me tomarían por un tipo de sin papeles criminal, un buscapleitos, un tipo malo. Entonces, lo decidí.
SELENA: ¿Y no pensaste en que así se notaría más?
JOSÉ E: No, claro que no. Me eché betún, caminé como ellos, hablé como ellos. […]..[Negrillas nuestras].
La perspectiva del autor se arraiga por tener el ajuste necesario en los diálogos: dialéctica entre lo real y no no-real. Entre el yo y el otro. La otredad dispuesta en el determinar de nuestras acciones que son siempre esta relación con los otros. Es ficcional, pero también político. Y ¿cómo se alcanza esa realidad?: mediante el lenguaje sobrellevado en el discurso. La otredad sólo puede transparentarse, aun, en la duda que tenemos del otro. Lo extraño se hace inverosímil porque la violencia y el odio deviene de nuestra incapacidad de tolerar la diversidad y a las minorías que por antonomasia lo son. Si hoy dominan los blancos, mañana el asunto cambia, manteniéndose intacto los mecanismos de poder: el hombre es máquina, cosa e instrumento de su violencia. La invasión del otro nos gobierna. Nada cambia en ese «rol» natural del poder. Ott lo traza como para establecer, en la estructura del drama, la ficción. Y lo es porque el texto ostenta los saltos de tiempo/espacio. El orden lógico de la historia se irrumpe y en consecuencia aquel espectador interpreta este sentido de lo extraño, lo diferente, lo minoritario, lo que está al margen del otro y todo cuanto esté en la otra orilla. El tiempo es mixto, las escenas se cruzan, confiriendo al relato su atmósfera de lo inverosímil y de la ironía. Desasosiego y tragedia en la narrativa de ese discurso: El Otro es un radicalmente Otro, cita Ott a Jaques Derrida como para delimitar al lector por dónde va el argumento. Como sabemos, la categoría de la otredad posiciona el discurso poético sobre lo fantástico, puesto que la ironía, lo extraño e inverosímil sustituyen la naturaleza creando en su lugar otro orden de lo real. Por su parte, los personajes sitúan a aquel espectador en el territorio de lo imaginado, pero en el fondo el proceso es racional cuando es el mundo de las ideas políticas las que están en juego, en tanto a la racionalidad que nos exige. Lo poético se da en esa relación de la otredad. Es en el lugar de lo irónico donde la conciencia del espectador marca distancia con lo ficcional para comprender a un tiempo las ideas definidas. Por oposición el espectador coloca su reflexión. La pieza se formaliza en esa interpretación del mundo, la vida y lo que sucede con ella. Por cierto, muy actualizada ante los hechos convulsionados de hoy. El acontecimiento se conforma. El mundo es del tamaño de sus diferencias entre los seres humanos, pero los hombres reducen esa posibilidad:
MUNA: No digas eso, Selena, que ese mundo del que hablas es chiquitico.
En Beirut no solo no hay bares gays, sino que no hay bares. Punto.
Y los sitios de reunión ni siquiera están permitidos para las mujeres, así que podrás imaginarte.
SELENA: Pensé que el Líbano era más libre que los demás países de por allá, ¿no?
MUNA: Un poco más que las otras cuevas dominadas por tipos peludos y sus rezos. Pero no olvides que entre nosotros una sociedad abierta por fuera tiene alma de hombre peludo por dentro. [Negrillas nuestras].
Asociar al otro, registrar su otredad y convivir en esa diferencia sería necesario. Sucede lo contrario: la sociedad descansa en un derrotero, sin embargo la esperanza queda abierta, al final la tragedia no se consume, queda un atisbo de esperanza, lo cual lo afirma hacia ese discurso. Y por supuesto he tratado de definir una de las claves de su dramaturgia. Entre estas a destacar estaría los personajes. Aquí Ott nos muestra su dominio en la composición de las escenas: entrar, salir en tiempos escénicos diferentes, pero que conforman la simultaneidad de la historia. Quiero decir que un personaje en otro están conectados en la trama y, al cabo, la denuncia. Todo lo que implica el otro, no sólo es extraño, sino suprimible. Luego la violencia. Esto denuncia Ott. Y lo hace desde su poética y de cómo entiende las estructuras de las escenas con la idea clara de lo que significa para nosotros. Ott se compromete consigo y la continuidad de ese discurso por medio de la técnica y el registro literario que ya conocemos de él: ritmo, cadencia, diálogos concisos, acción y determinación en las escenas, la perfecta combinación entre narración y escenificación, entre verbo y la escena, entre el signo y la visión del público. Digo esto como para explicarnos el carácter narrativo, centrado en la acción de los diálogos. Con la prosa justa que atraiga al espectador hacia esta reflexión. Atrae, pero no lo compromete porque el interés es artístico también. Es decir, que este espectador entienda que se halla ante un acontecimiento ficcional. Tengamos la capacidad de mirar nuestra propia memoria. Ott se compromete con su poética, en la diversidad de estilo y forma. Se puede dar ese lujo como pocos por lo prolífico de su obra.
Considerando lo anterior, esta pieza se ordena en ese lugar de su discurso, afirmado lo que ya viene elaborando: el desasosiego, el poder, la violencia, el desamor, la ciudad. Temas éstos en conformidad con su poética. Aspectos estos que estaremos mostrando en mi próximo libro en torno al autor.
Pingback: VENEZUELA/ CRÍTICA: Brutality de Gustavo Ott | Crítica Teatral | GUSTAVO OTT /Prensa.