Un hombre amable entró a orinar

juan martins

 Con la obra Un hombre amable entró a orinar de Roberto Perinelli y dirigida por Corina Fiorillo nos encontramos ante un divertimento bien escrito y un tanto igual dirigido. La comedia agradable, aquella que se sostiene del discurso dramático a partir un texto estructurado por diálogos cortos, los cuales le confieren ritmo y celeridad a la puesta en escena, técnicamente ajustada a la estructura de una comedia de rigor por medio de la composición de las escenas, la extensión breve de los diálogos y la incorporación de lo musical. Permitiendo la presencia de un buen texto dramático: las escenas, con toda la intención del oficio de parte del dramaturgo, se exhiben como capas que cubren un discurso mayor: la relación de la pareja, lo femenino  y la autonomía de esas condiciones para el ejercicio del amor bajo los criterios e idiosincrasia de cualquier gran ciudad, quizás Buenos Aires. Aún más, la institucionalidad del matrimonio puesta en duda, sobre una reflexión que debe o no por igual partir del espectador. Sin embargo, las reacciones de este espectador no es lo más importante en el logro del texto, en tanto es comedia, sino expresar cómo es posible someter el uso del lenguaje a un divertimento escénico, al tratamiento que se le da a las palabras, el cual se introducen en las escenas mediante tal uso lúdico de las palabras —cito a Perinelli—:


Segunda parte: tuteo.
Tutear significa hablarle a alguien usando el pronombre de segunda persona. Con su uso se borran todos los tratamientos de cortesía y de respeto… No estoy muy de acuerdo: se puede seguir siendo amable.

así que lo divertido se impone. Mientras el público se ríe se encontrará con una realidad que le es afín, acaso si aquella cotidianidad del lenguaje creara sus propias reglas en la vida doméstica de las parejas, como si el encuentro de la amistad fuese algo que estuviera fuera de toda lógica. Siendo así, es a través de las contradicciones que los hombres y mujeres encuentran la realidad de sus emociones. La dirección de Corina Fiorillo entiende bien que esta composición debe resolverse en el espacio escénico. Y lo logra con éxito, puesto que la pequeña sala del «Anfitrión, espacio cultural», donde pudimos disfrutar en esta ocasión de la propuesta, así lo dispuso: un pasillo estrecho que da alusión a una casa tan cotidiana de la ciudad que servirá para definir la situación del drama. Y sobre esta situación de la cotidianidad lo inverosímil hace su juego. De manera que la relación autor-directora están bien definidas para su representación: tratar la comedia a partir de elementos sobrios y simples. De una situación cotidiana hacia la trascendencia del lenguaje que así lo exige el discurso teatral, el cual a su vez es el requerimiento para cualquier trabajo artístico bien estructurado. Por su parte las actuaciones lo acompañan Mónica Buscaglia en el rol de «Zulema» y Oswaldo Djeredjiam como «Hombre —Silvio Gerardi—» respectivamente. Adquieren, reitero, ritmo de acuerdo a las exacciones de esta modalidad de la comedia. El divertimento queda estructurado. Y eso hay que diferenciarlo de la comedia «ligera» cuyo único objetivo es la comercialización del humor y allí, en medio de esa cosificación del arte, cualquier cosa puede funcionar, incluso —como suele suceder— malas actuaciones. No es el caso de Un hombre amable entró a orinar. Todo lo contrario, nos hallamos ante un espectáculo agradable y constituido en ese rigor de la disciplina artística. Para conseguirlo, las actuaciones (re)crean aquel espacio limitado para otorgarle protagonismo al hecho actoral propiamente dicho. Cada quien, actriz/actor, desde la comprensión del discurso al que hago mención, y de cómo entienden la actuación, desarrollan un buen sentido por la comedia musical. Lo que nos hace pensar que Corina Fiorillo así lo constituyó: ocupar cualquier escenario considerando la fuerza interpretativa de estos actores en disposición del drama y de la buena escritura. Entonces toma de la actuación su poética como eje edificador de la comedia. Que más adelante pueda tener éxito comercial ya no depende de sus creadores, sino del buen gusto del espectador. También, el espectador, tendrá que poner de su parte. Y es notable como el público se divierte con cada función. Tanto la actriz como el actor han puesto lo necesario en la dimensión de esa representación: calidez, canto, alegría y finalmente ritmo sobre el espacio escénico. Una interpretación semiológica del texto dramático, rigurosa en la corporización de aquella poética la cual construyen para el goce del público.

Buenos Aires, septiembre. «Anfitrión, espacio cultural»

Autoría: Roberto Perinelli
Actuan: Mónica Buscaglia, Osvaldo Djeredjian
Vestuario: Julieta Risso
Escenografía: Julieta Risso
Iluminación: Soledad Ianni
Fotografía: Fabián Pol
Asistencia de dirección: Mariana Perez Cigoj
Prensa: Walter Duche, Alejandro Zarate
Producción general: Corina Fiorillo
Coreografía: Mecha Fernández
Dirección: Corina Fiorillo

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s