Edgard Moreno-Uribe
Mientras las llamas devoran todo lo que hay en la alcantarilla donde duermen los pordioseros Carlos Márquez y Jenny Castro, se escucha desde una radio la voz del locutor que perifonea:»En más de un 70 por ciento ha disminuido la indigencia en nuestro país, así lo manifestó el Jefe de Estado, quien aseguró exterminar ese terrible mal durante la gestión de su gobierno». Hay una interferencia y los compases del «andante» de la Primera Sinfonía de Robert Schumann caen como trágica cortina musical.
Así finaliza la pieza Yo soy Carlos Marx, de Gennys Pérez, ganadora del I Concurso Nacional de Dramaturgia Innovadora 2006 del Instituto de Artes Escénicas y Musicales, la cual se estrenó el pasado 5 de mayo para festejar el 190 aniversario del natalicio de Karl Marx en el Ateneo de Maracay, donde hace temporada, y después se presentará en la sala de conciertos del Ateneo de Caracas, a partir del próximo 5 de junio. La puesta en escena es de Dimas González, con los arreglos musicales de Rubén Riera y una producción artística conformado por el vestuario de Franklin Salgado, la escenografía de Iliana Hernández y Alessandro Famiglietti, con utilería y ambientación del artista Jesús Barrio y la iluminación de Jersón Balduz.
ALEMÁN Y CRIOLLO
La dramaturga Gennys, productora general del espectáculo, explica que en 80 minutos ahí desnuda a Venezuela y desmitifica la figura histórica de Karl Marx, gracias a las actuaciones de Gustavo Rodríguez, quien encarna al alemán, autor de El capital, y al venezolano Carlos Márquez, lleno de contradicciones y conflictos sociales, políticos y existenciales, que lucha poderosamente para no perder la fe en el humanismo; mientras Nattalie Cortez revive a Jenny von Westphalen de Marx, quien no se deja engañar por falsas promesas y está harta de una sociedad llena de pobreza y desigualdades, y a la criolla Jenny Castro que sólo desea morir limpia, lejos de la basura.
Tras advertir que su «Yo soy Carlos Marx no es una recreación de personajes históricos, sino una pieza sobre la pobreza, la marginalidad y de como ese ente social llamado marginalidad nos está devorando», reitera que es una obra sobre el fracaso del idealismo, más no del humanismo. «Un texto amoroso, que rescata al hombre y su humanidad. Los venezolanos la verán y se identificaran con su doble juego escénico: entre el personaje histórico y ese criollo, de carne y hueso».
ALCANTARILLA
Según la escritora, su obra posee la voluntad de iniciar un teatro de la resistencia que impulsará el sentimiento de la crítica social y política y además luchará para proteger los espacios teatrales e impedir que el arte escénico sea arrasado por la radicalidad política, el fanatismo y la exclusión. «Al teatro venezolano le toca defenderse frente a los abusos del poder y la politización del arte», puntualiza…. (leer más en el espectador)
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