¡Yo también quiero!

Aquí estamos en el encuentro teatral de Occidente, en la XXIV edición del FTO. Dentro del abanico de teatral: está la nueva producción de Aníbal Grunn, Yo también quiero estar en el circo del Sol; se trata de un espectáculo -hecho sí con la funcionalidad y el oficio de la mejor factura teatral-, que trascienden su propio tiempo. Sus fantásticos intérpretes salen a la luz gracias a su hábil director. Todo despega con una lluvia de efectos resplandecientes gracias a la agradable iluminación de Héctor Pulido, que lo convierte en un teatro mágico-visual. Hay tal peso, en la estructuración lumínica y en el atractivo de los personajes puesto al servicio del montaje; ellos son irrefrenables, mágicos, oníricos. Están vivos, son casi reales…Esta es una obra llena de imágenes mágicas que no pretende ser un homenaje al Cirque Du Soleil, en general, es más bien una invitación franca; que parte de la fantasía y de la diversión-dicho sea- siguen funcionando a las mil maravillas. Cada ocurrencia es una embriaguez que sucede tras el ritmo teatral, las historias y los gestos. Aquí la música, el ritmo y el trabajo físico, son los verdaderos ingredientes de toda la puesta, una bola de cristal que casi levita por el espacio que simboliza el tiempo. Todo es asombroso: circos, malabares, pantomimas.

Este espectáculo, llega a lograr el tono adecuado por la buena simbiosis entre la narración y ritmo musical debido a su sinceridad interior. Las secuencias «funcionan»  independientemente del conjunto y aisladas son espléndidas: un director de cine que quiere hacer su primera película, un mago que intenta realizar sortilegios que nunca salen bien, y por último el extraño personaje en un su abrigo que se enamora de él. Los esfuerzos actorales de Pedro Hidalgo, Marielvy Marín, Carlos Moreno, Pedro Porras, Hemelly Sánchez, Alfredo Pereira y la bella Rosa Ohanesian; todos genial siempre. Esta fantástica aventura por el teatro sin palabras, es un trabajo hermoso, sensible y eternamente mágico. Pero, detrás de todo esto, existe la vibración de un extraño personaje con sombrero que los hacen válidos: el arte circense, nos hace reír, mejor que ninguno, lo que es el más propio descubrimiento del teatro: el imaginar y el dinamismote la vida misma. ¡Ha nacido el Circo de Sol de Grunn! ¡Yo también quiero!

Carlos Rojas

criticarojas@gmail.com  Especial para Diario Vea 

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